[email enviado originalmente el día 16 de mayo]
Buenas,
día de reuniones, again. Eso sí, como esta mañana habíamos quedado media hora más tarde, he aprovechado para ir al súper. Que no es el centro comercial que me recomendaban ayer, evidentemente, y que no tenía tiempo ni de ir a Jerusalem, ni de salir del polígono industrial donde está el hotel. Así que me he ido a ver el súper. Primer paso: una estantería llena de chocolates. Enorme, un pasillo completo. Había incluso unos bombones con forma de monedas de euro, porque aquí la horterada está a la orden del día: he estado a punto de comprar varios ambientadores de coche con la forma del estado de Israel (Cisjordania y Gaza incluidas, que son ambientadores crecederos, no os vayáis a creer que no tienen visión de futuro), pero luego me he dado cuenta de que sigo sin tener coche.
También había tabletas de chocolate con todo escrito en ruso. Algo totalmente inexplicable para mí, hasta que luego nuestro guía nos ha contado que es un supermercado ruso. Que cuando vinieron los rusos-judíos, aquí no podían comprar cosas de su país, así que montaron un supermercado y ahora es una de las principales cadenas de Israel. Ya veis, los rusos también tienen visión de futuro.
Lo que más me ha gustado, y sé que a muchos de vosotros os encantaría: la zona de encurtidos y de especias. Era como la zona de frutas de un Mercadona, sólo que en el centro había unos mesas, en dos niveles, con fuentes de especias terminadas en forma de cono invertido. Especias y especias, de distintos modos y distintos aromas, sencillas, mezcladas entre ellas, mezcladas con arroz y lentejas, una cosa espectacular. He estado a punto de sacarle una foto, pero luego he pensado que mejor no parecer la versión femenina y del siglo XXI de Paco Martínez Soria. Los encurtidos, algo similar, pero sin acabar en cono invertido por que las leyes de la física no lo permiten: aceitunas preparadas de mil maneras, pepinillos, cebolletas, guindillas... Hubiera comprado algo, especialmente especias que puedo llevar en la maleta, pero no he conseguido ver cómo cogerlas sin que fuera con las manos, así que he decidido renunciar. Me iré a Lavapiés a comprarlas.
 |
La crema de manos, olor granada ;) |
Al final no he comprado nada, porque lo único medianamente aparente eran los chocolates y no he visto nada que me llamase la atención. Pero como tenía que comprar una crema de manos, me he ido a la droguería de al lado. Muy decepcionante, la mayor parte de los productos eran Dove y Nivea. Yo quería aprovechar para buscar exfoliantes y cremas del Mar Muerto que aquí deben estar más baratas, pero no ha habido éxito. Tampoco conseguía encontrar la crema de manos, así que le he preguntado a una de las reponedoras, en inglés, y casi se muere del susto. Me ha respondido algo en hebreo y ha salido por piernas. Menos mal que siempre hay un buen samaritano, en este caso un judío samaritano, que se lo ha traducido al hebreo y luego de nuevo a mí. Y en las cremas, lo mismo. Todo muy europeo. Pero puestos a elegir, he cogido la única que tenía todo el bote escrito en hebreo. Luego me he dado cuenta de que también tenía un dibujo de una granada (la fruta, no el arma), y la verdad es que huele bastante bien.
 |
El zoco de la estación
|
Hoy, además, ha tocado visita a Tel Aviv. A la estación de autobuses de Tel Aviv. Estos van de país civilizado, pero después de ver la estación de autobuses y sus alrededores, ya les he clasificado como tercermundistas. Seguro que no les hace ni puta gracia, pero la estación era una especie de zoco llena de tiendas de las que sólo se ven en las estaciones de autobuses (también en la estación sur, no os vayáis a creer): ropa de mercadillo en colores chillones, relojes de oro de baratillo, y tiendas de música con chunda-chunda a toda leche. Inenarrable. Eso sí, hoy he vuelto a ver soldados. Tienen más movilidad que cualquier español medio, se pasan el día en el bus o, al menos, en las estaciones. Cosa curiosa, no todos llevaban el arma. Como iba enseñándonos la estación el director de la misma y como además no hablaba casi nada de inglés y a mi jefe y a mí no nos hacía ni caso, pues he ido sacando fotos a la mugre. Como me decía mi jefe: "mucho panel de leds, pero ya podían pintar las paredes". Entre la mugre y las tiendas de baratillo salen soldados, claro. Ya pasaré las fotos.
El director de la estación nos ha contado que es la que más grande del mundo, en superficie. Eso sí, totalmente desaprovechada. Tiene 7 plantas, aunque por alguna razón que yo no alcanzo a comprender, a nivel de suelo está la tercera y la 1a y la 2a son subterráneas. Debajo de la uno, está el mayor bunker que existe en Israel, pero no hemos ido a comprobar si también se había convertido en meadero. Hasta aquí, dentro de lo normal de este país. Lo que más me ha sorprendido es que las plantas donde suben los viajeros son la 6a y la 7a. ¿Y en las otras? Pues el mercadillo. Y la mugre. Que hay 30 personas que se encargan de la seguridad de manera permanente, pero yo no he visto a un sólo limpiador. Y mejor no os cuento mi experiencia en los baños.
 |
Autobuses en la 6a y la 7a planta de la estación
|
Los alrededores no eran mucho mejores, edificios medio derruidos "llenos de sudaneses y eritreos", según nuestro guía, calles sin apenas asfaltar, un tráfico infumable, sin apenas semáforos. Vamos, que las dos veces que hemos tenido que cruzar la calle lo hemos hecho jugándonos la vida haciendo equilibrios sobre la mediana. Y el coche, aparcado en un solar que tenía un tío que te cobraba 15NIS por dejar el coche allí, sin un tiempo máximo, que yo sepa. Creo que no se le podía pedir factura, pero ni lo he sugerido.
El resto del día ha dado para poco más. Hemos ido a ver otra estación de autobuses, en superficie y un poco más cuidada, porque está en la zona ultra cara de Tel Aviv. Pero tampoco hemos aguantado mucho, que hacía 35 grados a la sombra y estábamos pegados al mar.
Y eso es lo que he visto de Tel Aviv. Luego me preguntarán que qué tal Israel y la única respuesta posible es: "pues mucha mierda por todos lados". En fin, mi jefe me ha prometido que la próxima vez vamos a Jerusalem. Por que sí, va a haber próxima vez, y probablemente antes del verano.
 |
El plato de pescado, con gambas, del FISH
|
Lo que sí hacen aquí realmente bien es comer. A mí me da la impresión de estar todo el día comiendo y hoy, al final, me he terminado cenando una botella de medio litro de agua, por que vaya hartura. Se empieza con el desayuno continental en el hotel: ayer probé algo llamado Shashuka, que me dijo mi jefe que era una especie de pisto (!!!) con un huevo frito encima. Y ni pisto ni leches, que estaba bueno, pero que ya tendrían que probar el piso de mi madre para que dijeran que ese tomate a medio freir especiado es un pisto. Eso a las 8am (una hora menos en España) con pan, té y fruta, y así ya vas fuerte el resto del día. Y a la hora de comer, cantidad y cantidad. Yo creo que nos deben haber visto famélicos. Siempre, siempre, mientras miramos la carta y nos traen las bebidas, nos traen montañas y montañas de comida. El concepto de tapa llevado a ración, o algo así. Un trozo de pan del tamaño de dos cocas del Mercadona, verduras a la plancha (berenjena, batata y coliflor, puaj), crema de berenjena, crema de tomate con guindilla y otra cosa que no sé lo que era pero que he probado igual. Y el pan era como frito, me dejaba las manos llenas de aceite. Y esto era el aperitivo. Luego se han puesto a pedir entrantes: cebiche de algún pescado desconocido, carpaccio de ternera, ensalada de soja, mas cremas de tomate y de otras verduras. Y, además, el plato principal. Yo he dejado que me recomendasen, aunque estaba clara la elección en un restaurante que, en un alarde de originalidad, han bautizado FISH. Pues eso, un pescado. ¿Qué pescado? Ni idea, me lo han dicho en hebreo y allí nadie sabía cómo se decía en inglés. Nada kosher, que llevaba gambas. También postre, evidentemente, que hoy comíamos con los socios y había que tirar la casa por la ventana. Yo me he pedido algo tan típico que en la carta en inglés venía en hebreo. Evidentemente, luego me han dicho que era libanés o jordano o algo así. Un postre raro. Le he hecho una foto, pero era una especie de masa de nata con frutas del bosque sobre una cama de tirillas revueltas, así como enfadadas, y que estaban duras de la hostia. Me he comido la mitad y el resto de la tarde, metida en la oficina, ha sido verdaderamente duro. Ahora entendéis mi cena de agua.
 |
El ligero postre, con los fideos duros abajo
|
Otra cosa que me ha llamado la atención en estos días es que aquí lo de ceder el paso a las mujeres, o servirlas a ellas primero... nada. Ni en el restaurante más caro ni en el hotel más lujoso (y este cuesta como 200€ la noche). Tanto es así que yo, que culturalmente lo tengo muy inviscerado pero que en la realidad me da totalmente igual, he estado a punto de chocarme un par de veces al salir del ascensor con señores a los que ni se les había pasado por la cabeza lo de cederme el paso. De uno de ellos, concretamente, descubrí luego que era personal del hotel, lo cual me dejó bastante más descolocada.
Pero supongo que es un tema cultural, por que no hago más que conocer a gente y todos, todos, son hombres. Soy la única mujer trabajando en este proyecto, por lo que he intuido estos días. Tampoco en las oficinas de los socios he visto a mujeres currando que no fueran administrativas. No sé, algo curioso, que en España estoy más acostumbrada a ver mujeres en casi cualquier sitio.
 |
Baños de hombres y de mujeres, en las oficinas... horteras, ¿eh?
|
Eso sí, en este hotel son todo sonrisas, especialmente para mí, supongo que por ser mujer trabajadora, una rareza por aquí. El gerente me trata como si fuéramos colegas de toda la vida, y me pregunta todos los días que si está todo bien, que qué tal Israel y blablabla. Eso sí, cuando le dije que me gustaría conectar otro aparato (por el móvil) a la wifi del hotel me contestó muy sonriente que sí, pero que pagando. Amables, sí, pero judíos :P Y hoy me he subido en el ascensor con tres señores, que, todo amabilidad, se han puesto a preguntarme que qué tal en el hotel, que si todo bien, que ellos son los dueños. Debo haber puesto una cara un poco rara, que además eran las 8am y no me esperaba que tres israelíes se pusieran a darme conversación en el hotel.
Poco más. Para el próximo viaje, sobre todo si es con mi jefe, recordadme que me deje el espíritu rojo en casa, que cualquier día me va a dar un disgusto. Que claro, vengo a un país como Israel con un lector de La Razón y con nada la lío. Ayer, en la comida, tienen los huevos de opinar en voz alta, que un país no puede permitirse el número de horas de trabajo que se pierden por las jornadas reducidas por cuidado de hijos. Así, sin paliativos. Otras veces me callo, pero teniendo en cuenta que a) es mi jefe y b) soy mujer, les tuve que decir que lo que no podía permitirse el país es que los niños no fueran educados por sus padres. La respuesta: "ya, pero es que eso es muy difícil de cuantificar macroeconómicamente". Ahí ya me callé, pero pensé: "así va el país".
En fin, poco más. La prima de riesgo bien, ¿no? Y Mariano ¿qué? ¿Generando confianza?
Sed buenos