20 mayo, 2012

Israel, bonus track

Poca cosa más que contar, simplemente alguna que otra foto que no pegaba en ninguno de los post anteriores:

Control en la puerta de embarque, en Barajas, antes de salir hacia Tel - Aviv 


La habitación del hotel, muy chula, pero tampoco gran cosa. Costaba 200€ la noche.

Las vistas desde mi habitación: vías y un paso a nivel


Billetes israelíes, de 100, 50 y 20 shekalim.


En el hotel, a parte de tener cava catalán, ¡tenían churros! Aunque lo que no tenían claro era la manera de comerlos...  ¿chocolate y sirope de arce?

Uno de los bunkeres de Sderot, que se había convertido en meadero público :(


Soldados everywhere!

Panel led de última generación...
...junto a anuncio de uñas, de hace años.




El zoco de la estación incluida este tipo de puestos de comida... ¡tenía muy buena pinta!


Tel Aviv, visto desde la estación de autobuses.


¿Quién será la tal Miss Kittin y por qué sólo se anuncia en la entrada al aparacamiento de autobuses, donde ya no entran los viajeros? Ah... todo lo sabemos es que ella "is back".

Israel, día 4

[email enviado originalmente el día 18 de mayo, desde España]

Buenos días desde España,

ayer fui incapaz de escribir nada. Pensaba hacerlo en el avión (Airbus A319), pero el que nos asignó Iberia para un viaje de 5,5 horas era de coña. Íbamos como piojos en costura, yo apenas me podía mover y no soy especialmente grande. De hecho, llegó un momento en el que me agobié de la aglomeración de gente -iba lleno-, el calor, la humedad y la falta de espacio vital. ¿No hay ninguna ley o reglamento que regule los m3 mínimos por pasajero que debe haber en un avión, especialmente para vuelos medios o largos? Que si ponía el ordenador sobre la bandeja, ya no podía escribir, tenía el teclado en el estómago. En fin, worst flight ever.

Otra mala noticia: me dejé el Reader en Israel :( Me di cuenta ayer por la mañana, cuando bajé a desayunar mi Shashuka, y al ir a echar mano al bolso, no estaba. Drama total para mí. Intenté convencerme de que estaría en la habitación, pero sabía que no, que me lo había dejado en el coche de nuestro guía, al que no veíamos ya ayer. Y, efectivamente, allí estaba. Mientras yo se lo estaba contando a mi jefe, nos llamó él para decirnos que "había encontrado un aparato electrónico desconocido en su coche". Resumiendo: que me lo mandan a España, que ayer estaba a 200km al norte de Tel Aviv y no podía acercarse. Eso sí, para qué usar una empresa de mensajería si lo puede mandar con un piloto de El Al amigo suyo. Así que vendrá cuando venga, pero perfectamente custodiado por tíos armados hasta los dientes. Me consuela no tener más que ci-fi dentro y no algún libro pro-palestino o, simplemente, de izquierdas, que todavía me puedo meter en un lío.

Por otro lado, el día de ayer fue largo, muuuuuy largo. Desde el check out más bizarro que he tenido jamás ("lo siento, la empresa sólo ha pagado la primera noche y no tenemos ninguna garantía de que vaya a pagar lo demás, así que se lo cobramos en su tarjeta de crédito") hasta el mierdavuelo. El check out, por cierto, se solucionó con un telefonazo a uno de los socios, que estaba en una reunión en el hotel, y que bajó y soltó una parrafada en hebreo. Aunque mirando la web del banco, todavía tengo el cargo en la tarjeta de crédito de la fianza provisional esa que te pasan el primer día (2.000 NIS, algo más de 400€). En fin, veremos si no termino teniendo algún lío.

Mañana de reuniones, comida tempranera (a las 12.30 hora israelí, una menos en España) y al aeropuerto, que había que estar 3 horas antes por los controles de seguridad. Ah, se me olvidaba: en modalidad entrar-al-centro-comercial-en-coche, el tío de la puerta (que también hay uno, claro), te hace abrir el maletero para echar un ojo. Eso sí, en un grave fallo de seguridad por parte de la paranoia colectiva, no te miran el bolso. Así que la opción está clara: entrar en coche, con la pistola en el bolso. Es lo que tienen las mamonadas, que de tan poco sólidas hacen aguas por alguna parte.

Mi pasaporte, con su código de barras y su asterisco.
De todos modos, lo mejor de ayer fue el paso por el aeropuerto y su momento bragas. Una hora completa para pasar los controles de seguridad, y eso que mi jefe me comentó que ayer no había apenas colas. Fue algo tan absolutamente intrusivo que llegó a ser un poco nauseabundo. Lo primero, revisión de pasaportes por una ¿soldado? israelí que, toda seria, nos hizo preguntas del tipo "¿qué relación hay entre ustedes?", "¿por qué te llamas así?", "¿cómo se llama tu padre?" o "¿de dónde proviene tu apellido?", además de las clásicas "¿por qué has venido a Israel?" o "¿dónde te has alojado?". Además, no se conforman con una respuesta simple... vuelven a preguntar lo mismo, de distintos modos, para ver si te pones nervioso. Y cuando parece que la tipa se queda tranquila, código de barras al pasaporte y a la maleta. El de mi pasaporte tenía un asterisco, así que estoy esperando que venga el Mossad a buscarme a casa. De nuevo, mi jefe me dijo que ayer no fue demasiado violento, que otras veces es mucho peor.

En el siguiente paso, la maleta que iba a facturar la hacen pasar por el mega-aparato de rayos X. De hecho, la de mi jefe no debieron verla bien y le hicieron que la pasara dos veces. Y, como resultado del escaneo, la orden directa: "a inspección de maletas". En el rato que estuve allí, como el 90% de las maletas fue a inspección visual. Mostradores con ¿soldados? israelíes te pedían que abrieras la maleta y, cargados con guantes y un instrumento que yo he denominado "palo del espíritu" en honor a Torrance, se ponen a inspeccionar la maleta. Y aquí viene el "momento bragas". Lo primero que hacen es sacar todos los aparatos eléctricos que lleves, incluidos los cables. Y cuando sacan la plancha del pelo, se han enganchado unas bragas -limpias- que salen volando y aterrizan en mitad del aeropuerto. La chica puso cara de póker, deben de haber visto de todo, y yo me limité a recoger mis bragas y a seguir respondiendo preguntas del tipo: "¿alguien además que usted ha tocado su maleta?" o "¿la ha perdido de vista en algún momento?". Cuando la chica ya había sacado todo lo electrónico, entra en juego el palo del espíritu. Una especie de mango de color azul con una balletita como de limpiar las gafas en un extremo, con la que frotan concienzudamente la maleta por dentro, por fuera, los bolsillos, entre la ropa... de vez en cuando, la chica se iba con su palo del espíritu y ponía la balletita contra un cilindro plateado. Al principio, yo pensaba que era para cargarlo; luego mis años de ver CSI entraron en juego y me di cuenta de que era algún tipo de análisis de restos de explosivos, drogas o quién sabe qué. Cuando la chica se relajó ya al ver que no era una terrorista en potencia, sacó a relucir su vena simpática y me hizo la primera pregunta casi-nada intrusiva del día: "¿de dónde eres?", "de España", "¿eres cristiana?". Y ahora qué le digo yo a ésta, joder. Opté por el camino fácil: mentir. Así que le dije que sí, que era mucho más fácil que explicarle a una judía que no creo ni en su dios ni en ningún otro. También le expliqué que España era tradicionalmente cristiana, no se fuera a ofender, pero que yo no era practicante. Y ya empezó la conversación acerca de Israel, sus lugares religiosos y su importancia. Cuando le aclaré que no había hecho nada de turismo, sólo negocios, me miró con cara de pena y empezó a preguntarme por España, por Madrid, por la vida en Madrid, etc. Ya era una conversación... iba a decir normal, pero claro, todo esto pasaba mientras yo cerraba mi maleta ("sorry for the mess" me dice la tipa) y ella me acompañaba, sin perder de vista la maleta hasta el mostrador de facturación de iberia, no fuera a sacar los explosivos en ese interludio y los fuera a meter en la maleta. Era maja, aunque me dejó muy descolocada cuando afirmó conocer palabras en castellano "de ver telenovelas".

En fin, primer control pasado. Vamos al segundo, el del equipaje de mano. Más ¿soldados? armados con el palo del espíritu que me hacen pasar por un detector de metales (que no detectó los imperdibles que llevaba en el pantalón, chúpate esa, Israel), antes de pasarme el dichoso palo por los zapatos y de hacer que abriera el bolso y la bolsa del portátil, lo sacara todo, le pasaran el palo del espíritu a todo con detenimiento... y todo esto con una chica bastante sosa que, además, me había retenido el pasaporte y la tarjeta de embarque. Cuando me dieron el visto bueno con un nuevo "sorry for the mess", que ya estaba empezando a pensar yo que se lo podían meter por donde les cupiera, a volver a armar el equipaje de mano y al siguiente nivel de seguridad, que yo pensaba que iba a ser el más heavy. Pero no, una chica en una garita me miró el pasaporte, la tarjeta de embarque, me puso un sello y "have a nice flight".


Cremas del Mar Muerto, ya colocadas en mi baño
Y dos horas por delante para el duty free del aeropuerto. Se deben poner las botas. Con la tontería de que no te dejan pasar casi nada en el control ("¿ha comprado algo en Israel?", "¿le han regalado algo?") y con la cantidad de tiempo con el que tienes que llegar, todo el mundo a comprar. Una cosa muy desconcertante: no me aceptaron euros, a pesar de que las máquinas están preparadas para ello. Cuando estaba pagando, una parte en los sheckalim que me quedaban, la otra con tarjeta, me pregunta la chica que en qué moneda quiero que me haga el cobro. Yo, que estaba viendo su monitor, con muchas cosas en hebreo pero tres palabras claramente reconocibles ("Euro", "US dollar", "NIS"), le digo que en euros, claro. "No aceptamos euros", me responde. Y ahí fue cuando me di cuenta de que si un judío no te acepta tu moneda, es que estás jodido del todo. Bye, bye euro. Por cierto, que aparte de decirme que no aceptaban euros, la chica de la caja me dijo que entendía algo de español "de ver telenovelas". Descolocada es poco.
Dulce israelí (ejem) que le traje a yami


Con estas, a embarcar, en un avión terrible para tantas horas, lleno de gente (la mayor parte de ellos de la Asociación Israelí de Uruguay, sección Discapacitados), donde apenas podía moverme en el asiento, y llegar a Barajas, a las 21.30 de la noche, habiendo cenado a las 19.00, hora israelí.

Lo peor fue llegar a casa, y encontrarme con la invasión de hormigas en el baño. Que ya me había avisado yami, pero claro, ahí estaba la marabunta. Al menos, están por la zona de la ducha, así que, ea, a echar agua, lejía y todo lo que tuviera. Terminé de limpiar ya tarde, casi a las 12. Y hoy tengo que ir a currar, por que hay funcionarios que no tienen conocimiento de la decencia, y me piden ahora, urgentemente, que les corrija unos planos que les envié hace dos meses. Welcome to Spain. Eso sí, estoy esperando a que abran la droguería para ir a comprar un hormiguicida, el más potente que haya ¬¬!

Israel, día 3

[email enviado originalmente el día 16 de mayo]

Buenas,

día de reuniones, again. Eso sí, como esta mañana habíamos quedado media hora más tarde, he aprovechado para ir al súper. Que no es el centro comercial que me recomendaban ayer, evidentemente, y que no tenía tiempo ni de ir a Jerusalem, ni de salir del polígono industrial donde está el hotel. Así que me he ido a ver el súper. Primer paso: una estantería llena de chocolates. Enorme, un pasillo completo. Había incluso unos bombones con forma de monedas de euro, porque aquí la horterada está a la orden del día: he estado a punto de comprar varios ambientadores de coche con la forma del estado de Israel (Cisjordania y Gaza incluidas, que son ambientadores crecederos, no os vayáis a creer que no tienen visión de futuro), pero luego me he dado cuenta de que sigo sin tener coche. 

También había tabletas de chocolate con todo escrito en ruso. Algo totalmente inexplicable para mí, hasta que luego nuestro guía nos ha contado que es un supermercado ruso. Que cuando vinieron los rusos-judíos, aquí no podían comprar cosas de su país, así que montaron un supermercado y ahora es una de las principales cadenas de Israel. Ya veis, los rusos también tienen visión de futuro. 

Lo que más me ha gustado, y sé que a muchos de vosotros os encantaría: la zona de encurtidos y de especias. Era como la zona de frutas de un Mercadona, sólo que en el centro había unos mesas, en dos niveles, con fuentes de especias terminadas en forma de cono invertido. Especias y especias, de distintos modos y distintos aromas, sencillas, mezcladas entre ellas, mezcladas con arroz y lentejas, una cosa espectacular. He estado a punto de sacarle una foto, pero luego he pensado que mejor no parecer la versión femenina y del siglo XXI de Paco Martínez Soria. Los encurtidos, algo similar, pero sin acabar en cono invertido por que las leyes de la física no lo permiten: aceitunas preparadas de mil maneras, pepinillos, cebolletas, guindillas... Hubiera comprado algo, especialmente especias que puedo llevar en la maleta, pero no he conseguido ver cómo cogerlas sin que fuera con las manos, así que he decidido renunciar. Me iré a Lavapiés a comprarlas.

La crema de manos, olor granada ;)
Al final no he comprado nada, porque lo único medianamente aparente eran los chocolates y no he visto nada que me llamase la atención. Pero como tenía que comprar una crema de manos, me he ido a la droguería de al lado. Muy decepcionante, la mayor parte de los productos eran Dove y Nivea. Yo quería aprovechar para buscar exfoliantes y cremas del Mar Muerto que aquí deben estar más baratas, pero no ha habido éxito. Tampoco conseguía encontrar la crema de manos, así que le he preguntado a una de las reponedoras, en inglés, y casi se muere del susto. Me ha respondido algo en hebreo y ha salido por piernas. Menos mal que siempre hay un buen samaritano, en este caso un judío samaritano, que se lo ha traducido al hebreo y luego de nuevo a mí. Y en las cremas, lo mismo. Todo muy europeo. Pero puestos a elegir, he cogido la única que tenía todo el bote escrito en hebreo. Luego me he dado cuenta de que también tenía un dibujo de una granada (la fruta, no el arma), y la verdad es que huele bastante bien.

El zoco de la estación

Hoy, además, ha tocado visita a Tel Aviv. A la estación de autobuses de Tel Aviv. Estos van de país civilizado, pero después de ver la estación de autobuses y sus alrededores, ya les he clasificado como tercermundistas. Seguro que no les hace ni puta gracia, pero la estación era una especie de zoco llena de tiendas de las que sólo se ven en las estaciones de autobuses (también en la estación sur, no os vayáis a creer): ropa de mercadillo en colores chillones, relojes de oro de baratillo, y tiendas de música con chunda-chunda a toda leche. Inenarrable. Eso sí, hoy he vuelto a ver soldados. Tienen más movilidad que cualquier español medio, se pasan el día en el bus o, al menos, en las estaciones. Cosa curiosa, no todos llevaban el arma. Como iba enseñándonos la estación el director de la misma y como además no hablaba casi nada de inglés y a mi jefe y a mí no nos hacía ni caso, pues he ido sacando fotos a la mugre. Como me decía mi jefe: "mucho panel de leds, pero ya podían pintar las paredes". Entre la mugre y las tiendas de baratillo salen soldados, claro. Ya pasaré las fotos.


El director de la estación nos ha contado que es la que más grande del mundo, en superficie. Eso sí, totalmente desaprovechada. Tiene 7 plantas, aunque por alguna razón que yo no alcanzo a comprender, a nivel de suelo está la tercera y la 1a y la 2a son subterráneas. Debajo de la uno, está el mayor bunker que existe en Israel, pero no hemos ido a comprobar si también se había convertido en meadero. Hasta aquí, dentro de lo normal de este país. Lo que más me ha sorprendido es que las plantas donde suben los viajeros son la 6a y la 7a. ¿Y en las otras? Pues el mercadillo. Y la mugre. Que hay 30 personas que se encargan de la seguridad de manera permanente, pero yo no he visto a un sólo limpiador. Y mejor no os cuento mi experiencia en los baños.

Autobuses en la 6a y la 7a planta de la estación

Los alrededores no eran mucho mejores, edificios medio derruidos "llenos de sudaneses y eritreos", según nuestro guía, calles sin apenas asfaltar, un tráfico infumable, sin apenas semáforos. Vamos, que las dos veces que hemos tenido que cruzar la calle lo hemos hecho jugándonos la vida haciendo equilibrios sobre la mediana. Y el coche, aparcado en un solar que tenía un tío que te cobraba 15NIS por dejar el coche allí, sin un tiempo máximo, que yo sepa. Creo que no se le podía pedir factura, pero ni lo he sugerido. 

El resto del día ha dado para poco más. Hemos ido a ver otra estación de autobuses, en superficie y un poco más cuidada, porque está en la zona ultra cara de Tel Aviv. Pero tampoco hemos aguantado mucho, que hacía 35 grados a la sombra y estábamos pegados al mar.

Y eso es lo que he visto de Tel Aviv. Luego me preguntarán que qué tal Israel y la única respuesta posible es: "pues mucha mierda por todos lados". En fin, mi jefe me ha prometido que la próxima vez vamos a Jerusalem. Por que sí, va a haber próxima vez, y probablemente antes del verano.

El plato de pescado, con gambas, del FISH

Lo que sí hacen aquí realmente bien es comer. A mí me da la impresión de estar todo el día comiendo y hoy, al final, me he terminado cenando una botella de medio litro de agua, por que vaya hartura. Se empieza con el desayuno continental en el hotel: ayer probé algo llamado Shashuka, que me dijo mi jefe que era una especie de pisto (!!!) con un huevo frito encima. Y ni pisto ni leches, que estaba bueno, pero que ya tendrían que probar el piso de mi madre para que dijeran que ese tomate a medio freir especiado es un pisto. Eso a las 8am (una hora menos en España) con pan, té y fruta, y así ya vas fuerte el resto del día. Y a la hora de comer, cantidad y cantidad. Yo creo que nos deben haber visto famélicos. Siempre, siempre, mientras miramos la carta y nos traen las bebidas, nos traen montañas y montañas de comida. El concepto de tapa llevado a ración, o algo así. Un trozo de pan del tamaño de dos cocas del Mercadona, verduras a la plancha (berenjena, batata y coliflor, puaj), crema de berenjena, crema de tomate con guindilla y otra cosa que no sé lo que era pero que he probado igual. Y el pan era como frito, me dejaba las manos llenas de aceite. Y esto era el aperitivo. Luego se han puesto a pedir entrantes: cebiche de algún pescado desconocido, carpaccio de ternera, ensalada de soja, mas cremas de tomate y de otras verduras. Y, además, el plato principal. Yo he dejado que me recomendasen, aunque estaba clara la elección en un restaurante que, en un alarde de originalidad, han bautizado FISH. Pues eso, un pescado. ¿Qué pescado? Ni idea, me lo han dicho en hebreo y allí nadie sabía cómo se decía en inglés. Nada kosher, que llevaba gambas. También postre, evidentemente, que hoy comíamos con los socios y había que tirar la casa por la ventana. Yo me he pedido algo tan típico que en la carta en inglés venía en hebreo. Evidentemente, luego me han dicho que era libanés o jordano o algo así. Un postre raro. Le he hecho una foto, pero era una especie de masa de nata con frutas del bosque sobre una cama de tirillas revueltas, así como enfadadas, y que estaban duras de la hostia. Me he comido la mitad y el resto de la tarde, metida en la oficina, ha sido verdaderamente duro. Ahora entendéis mi cena de agua.
El ligero postre, con los fideos duros abajo


Otra cosa que me ha llamado la atención en estos días es que aquí lo de ceder el paso a las mujeres, o servirlas a ellas primero... nada. Ni en el restaurante más caro ni en el hotel más lujoso (y este cuesta como 200€ la noche). Tanto es así que yo, que culturalmente lo tengo muy inviscerado pero que en la realidad me da totalmente igual, he estado a punto de chocarme un par de veces al salir del ascensor con señores a los que ni se les había pasado por la cabeza lo de cederme el paso. De uno de ellos, concretamente, descubrí luego que era personal del hotel, lo cual me dejó bastante más descolocada.

Pero supongo que es un tema cultural, por que no hago más que conocer a gente y todos, todos, son hombres. Soy la única mujer trabajando en este proyecto, por lo que he intuido estos días. Tampoco en las oficinas de los socios he visto a mujeres currando que no fueran administrativas. No sé, algo curioso, que en España estoy más acostumbrada a ver mujeres en casi cualquier sitio.
Baños de hombres y de mujeres, en las oficinas... horteras, ¿eh?

Eso sí, en este hotel son todo sonrisas, especialmente para mí, supongo que por ser mujer trabajadora, una rareza por aquí. El gerente me trata como si fuéramos colegas de toda la vida, y me pregunta todos los días que si está todo bien, que qué tal Israel y blablabla. Eso sí, cuando le dije que me gustaría conectar otro aparato (por el móvil) a la wifi del hotel me contestó muy sonriente que sí, pero que pagando. Amables, sí, pero judíos :P Y hoy me he subido en el ascensor con tres señores, que, todo amabilidad, se han puesto a preguntarme que qué tal en el hotel, que si todo bien, que ellos son los dueños. Debo haber puesto una cara un poco rara, que además eran las 8am y no me esperaba que tres israelíes se pusieran a darme conversación en el hotel.

Poco más. Para el próximo viaje, sobre todo si es con mi jefe, recordadme que me deje el espíritu rojo en casa, que cualquier día me va a dar un disgusto. Que claro, vengo a un país como Israel con un lector de La Razón y con nada la lío. Ayer, en la comida, tienen los huevos de opinar en voz alta, que un país no puede permitirse el número de horas de trabajo que se pierden por las jornadas reducidas por cuidado de hijos. Así, sin paliativos. Otras veces me callo, pero teniendo en cuenta que a) es mi jefe y b) soy mujer, les tuve que decir que lo que no podía permitirse el país es que los niños no fueran educados por sus padres. La respuesta: "ya, pero es que eso es muy difícil de cuantificar macroeconómicamente". Ahí ya me callé, pero pensé: "así va el país". 

En fin, poco más. La prima de riesgo bien, ¿no? Y Mariano ¿qué? ¿Generando confianza?

Sed buenos

Israel, día 2

[email enviado originalmente el día 15 de mayo]

Buenas,

hoy mucho menos entretenido que ayer. Para empezar, no he visto ningún soldado. Ni ninguna arma. Una cosa muy desconcertante, después de estar viéndoles por todos lados desde que aterrizamos el domingo. También es verdad que hemos tenido día de oficina y reuniones y eso da mucho menos juego.

A pesar de todo, se ven cosas interesantes. Hoy me he dado cuenta de la cantidad de banderas de Israel que hay por todos lados. En algunos sitios es como si una bomba banderil hubiera estallado y se hubieran enganchado de cualquier sitio y de cualquier manera. Hasta la gente normal la lleva en el coche. 

Al final he estado en Tel Aviv hoy. Pero podía haber estado en un café en Italia y me hubiera dado lo mismo, que he visto cuatro autopistas y mucho edificio moderno. Eso sí, he conocido al tío que mi empresa tiene contratado aquí y que es piloto de helicópteros cobra. De vez en cuando le toca hacer maniobras y se va a dar unos tiros por esos mundos de (su) dios. Un personaje, está claro. Era como una americano arquetípico de las películas, que nos contaba que estaba muy enfadado por que fue a Roma y no pudo conducir un Alfa Romeo. Que era como ir a Italia y no comer pizza. Me ha recomendado, si tenía tiempo, que me fuera a ver un centro comercial. Y yo que no, que prefería irme a Jerusalén, de tener tiempo. Y me ha recomendado otro centro comercial. Le he dado por perdido para la causa. También me ha dicho, como todos, que este es el mejor país del mundo. Es algo que lo llevan grabado a sangre, supongo: es el mejor país, la mejor gente (los judíos) y donde mejor se vive del mundo.

Entrantes para tres personas. Luego trajeron un plato gigante de carne.

El postre: un té con nueces y baklava
He vuelto a comer comida "típica": como en un árabe. Además, se llamaba Petra, lo cual hacía aún más desconcertante que me lo vendieran como típico israelí. Pero me da que aquí lo fagocitan todo.

De lo que sí me he dado cuenta es de que este es un país de usar-y-tirar. En general, el concepto está implantado en cosas similares a las de España, pero han dado un paso más: lo hacen con los edificios. Ya he visto varios ejemplos de "nos mudamos a otro mejor por que este se cae a cachos". Y es que el concepto de "mantenimiento" es, cuanto menos, deficiente. Supongo que para llegar a una mentalidad de conservación hacen falta muchos años y este país está en mantillas.

Por otro lado, tengo que intentar averiguar qué ocurre con cierta parte de la población, que, según nuestros diferentes guías "viven del gobierno"; en general, se trata de la población más religiosa y, por ende, la más pobre del país: judíos ultraortodoxos de ciudades como Modin Ilit o musulmanes de zonas como Hura o Dimona. 

Poco más, que imagino que el rollo autobusero interesa poco. Ya os dije que había sido menos entretenido que ayer. Quizá mañana sea distinto, que vamos a ver la estación de autobuses de Tel Avivi, donde me han dicho que viven una colonia sudanesa, y que, además, debe ser muy espectacular: tiene, al menos, siete plantas para arriba.

Shalom!

Israel, día 1

[email enviado originalmente el día 14 de mayo desde Rehovot, Israel]

Buenas,

todo va bien por Israel. Los judíos en su sitio, los árabes en el suyo y el conglomerado de demás población, pululando por donde puede. Como decía hoy nuestro guía: "con esto de ser tierra santa, aquí llegan todos los locos". Pues eso: rusas judías totalmente descocadas junto a beduinas tapadas hasta las cejas; negros de noséqué sitio de EEUU que hace 20 años decidieron venirse a Israel y, entre ellos, siguen hablando como si esto fuera el Bronx; pastores de camellos que pastan entre elevaciones terrosas; niños harapientos (árabes, claro) con perros pulgosos con urbanizaciones de lujo (judías, claro) a 300 metros. Y así. Tierra de contrastes, que se llama. También he visto a tres monjas en un todoterreno (conducía una de ellas).

Arad, el límite con el desierto
En los 80 km que separan Rehovot, donde está el hotel, de Dimona, el pueblo más al sur en el que hemos estado, hemos pasado de un clima mediterráneo tipo Valencia, a una zona intermedia más parecida a Granada o Almería y hemos terminado en un sitio infumable lleno de polvo. El desierto. Centenares de metros sin nada más que algún asentamiento de beduinos, con casas de chapa y madera. De vez en cuando, una ciudad judía con pinta de "calidad" o una ciudad beduina un poco más urbanizada. De repente, en mitad de un pueblo cochambroso, se alza un polideportivo: un logo extraño luce en su fachada. Nuestro guía nos explica que es una "fundación" (tipo la ONCE) que vende lotería y los beneficios los invierte en bibliotecas, centros sociales y, sobre todo, polideportivos. Que está bien y eso, pero que ya podrían invertir algo más en reurbanizar las calles, que me he hinchado de ver polideportivos en sitios donde no había una mínima red de saneamiento. Yo les hago un par de proyectos, que aquí los minusválidos y las señoras con carrito las deben de pasar putas. Más contrastes: en el pueblo más deprimido en el que hemos estado (llamado Hura), una barredora (una máquina, no una señora) se afanaba por unas calzadas que discurrían por ningún sitio, entre nubes y nubes de polvo. Tenía pinta de ser una mamonada tipo "Plan E": sin objetivo, sin recursos, y sólo porque no se diga. Cosas de la vida moderna y de la política.

Eso sí, frente a los 35º que tenéis en España, hoy nos ha llovido en el desierto. Tanta novedad tenía que ser, que en los colegios estaban los niños cantando y bailando bajo la lluvia. Tampoco ha sido la súper tormenta, lo justo para ponerlo todo lleno de barro.

Mucho turismo no estoy haciendo, la verdad. Pero autobuses y estaciones estoy viendo unas cuantas, que para eso he venido. También contrastes: una estación de lo más aparente en Arad frente a las obras de la estación de Be'er Sheva, la principal ciudad de la zona. Estaba la estación fina, con un kilo de mierda. En general, está todo muy sucio, las cosas como son. Como con mucha basura por las calles. Yo entre el olor (la lluvia tampoco ha ayudado a esto) de las calles y el olor a especias de la mayor parte de las tiendas, me paso el día con el estómago encogido. Y hoy, además, vamos a comer a un restaurante tipo bareto español, pero en israelí. Olor a especias 100%. Comida típica, nos dice el tipo. Y, claro, la comida típica de aquí es lo que puedes comer en cualquier árabe en Madrid: brochetas de pollo especiadas, humus y ensaladitas de todo tipo de verduras. Que, por cierto, aquí no avisan, pero me he metido en la boca un poco de ensalada de tomate y pimiento y cebolla y casi me convierto en dragón: el "pimiento verde" eran trozacos de guindilla. "Aquí todo pica, menos que te digan lo contrario", me dice nuestro guía, entre risas. Y era muy fuerte para mí, con eso lo digo todo. 

Por otro lado, ya tengo la solución para acabar con el paro en España: vivir en un estado policial. Lo de las medidas de seguridad es la hostia. Vamos, que me lo habían contado, pero hay que verlo: en el pueblo más mierdoso, hay un tío con al menos una pistola sentado en la puerta del centro comercial que te registra el bolso cuando pasas. A veces, también llevan un detector de metales que te pasean por delante y por detrás. Y eso pasa en cualquier sitio público: estaciones de trenes, de autobús y centros comerciales, es lo que he sufrido yo. Supongo que para pasar al parlamento te harán un tracto rectal, por mantener la escala y la coherencia.

Búnker-marquesina en Sderot
Y luego está lo de los soldados. Están por todas partes. Vamos, yo para ver tanto militar por las calles en España me tengo que ir al desfile del 12 de octubre. Y son todos jovencísimos, lo cual impresiona más. Bueno, y que van todos con su metralleta y su petate. Aquí está todo el mundo como muy hecho, y ver a una militar de 20 años probándose unos pendientes en un centro comercial, con el uniforme y la metralleta no les impresiona. Yo estoy sufriendo el choque cultural: me he dado un susto de la hostia cuando a una de las militares se le ha caído la metralleta al suelo en el baño, mientras yo hacía cola. Las demás ni se han inmutado, y yo me he debido quedar haciendo el emoticono :O

La zona que pega con Gaza está llena de bunkers. Por las calles. De hecho, las marquesinas de los autobuses son bunkers con una especie de soportal para poder esperar fuera a la sombra. Impresiona ver parque-infantil-con-bunker, campo-de-futbol-con-bunker, aulas-de-clase-con-búnker... y así todo. Luego entras al bunker y los habitantes de la zona han decidido convertirlos en meaderos, lo cual le quita mucho glamour pero le aporta una dosis de pena adicional en plan "no tengo claro si es peor esto o lo de fuera". 

Y poco más. Mañana va a ser mucho menos emocionante: plan de explotación de la red de autobuses con la subcontrata que lo está haciendo. Apasionante. No voy a poder ir a Jerusalem, por cierto. Me temo que el plan de trabajo está demasiado apretado. Iré el miércoles a ver Tel Aviv, pero sólo a la estación de autobuses... y el jueves de vuelta a España. Si me toca volver, que será probable, intentaré quedarme el finde con alguien que venga o algo, porque no tengo nada claro lo de quedarme por aquí yo sola... están muy locos estos romanos ;)

Viaje a Israel

Hace justo una semana, me fui a Israel por razones laborales. Desde allí escribí 4 emails, uno por noche, a amigos y conocidos, que paso a adaptar y publicar en el blog, ahora incluyendo fotos.

 Como resumen de la experiencia: los israelíes son muy parecidos en unas cosas y marcianos para mí en otras. Lo que más me ha llamado la atención ha sido el gran número de armas que he visto por la calle, tanto en manos de soldados jovencísimos que estaban haciendo la mili como en vigilantes de seguridad.

De todos modos, la visión que me traje de allí está sesgada, ya que no he hecho nada de turismo, y he visitado muchas estaciones de autobús y de tren, así como la zona sur, el desierto, que es donde se enmarca el proyecto que tenemos que preparar.

Os dejo con los cuatro post :)