Entre mis compañeros de la oficina se ha estado comentado últimamente lo magnífico que sería que nos dieran la posibilidad de trabajar en casa un número de horas semanales (5 ó 10), con la obligación de hacer las demás en la oficina. Eso supondría un cambio radical en el modo de trabajar. El cambio más importante sería tener que realizar el trabajo por objetivos y no por horas, es decir, cada cual tener nuestras responsabilidades asumidas de plazos de entrega, trabajo a realizar, coordinación con otros compañeros, etc.
Este método de trabajo supondría trabajar de 9 a 15 o de 8 a 15 en la oficina, horas de estar con los compañeros, de coordinarse, de tener reuniones de trabajo. El resto de las horas, aquí o en casa, a elección de la persona. Muchas veces habría que estar aqui, sobre todo por la necesidad de utilización de los recursos de la empresa (impresora y plotter sobre todo). Pero muchas otras se podría estar en casa, disfrutando de una autogestión de la relación tiempo libre/tiempo de trabajo que debería ser un objetivo de la sociedad laboral actual.
En estos momentos, yo trabajo por horas y por objetivos, obteniendo los aspectos negativos de ambas formas de trabajo. Es fácil de explicar: debería currar 8h40min de lunes a jueves y 6h los viernes de septiembre a junio, y 7h durante julio y agosto. En mi horario oficial puedo entrar hasta las 9.30 de la mañana, tener hasta dos horas para comer y salir a partir de las 18.30. Por tanto, y considerando que nunca como en más de media hora, mi horario habitual suele ser de 9.00 a 15.30 y de 16.00 a 18.30. Es decir, unas nueve horas.
Este horario, que dentro de lo que cabe no está mal, sólo se cumple cuando no tengo ninguna entrega urgente. Es decir, sólo se cumple cuando trabajo por horas, y no por objetivos. Muchas veces, y teniendo en cuenta la cadencia habitual del trabajo de ingeniería, estoy en la oficina sin nada especialmente urgente que hacer, ya sea por depender de terceros, ya sea por haber terminado mi trabajo, ya sea por estar en un impass entre proyectos. No puedo irme sin cumplir este horario establecido, y tengo que estar aburrida esperando que lleguen las 18.30 para salir por la puerta.
Y está el caso contrario. De repente, aparece una gran carga de trabajo, las denominadas puntas de trabajo, que no se consiguen solucionar en el horario habitual; muchas de estas puntas se crean por una ineficaz planificación del proyecto, y por una sobresaturación de horas en la oficina en los estados iniciales del mismo. En cualquier caso, y sea cual sea la causa, en estos momentos de mi vida laboral paso automáticamente a trabajar por objetivos y no por horas. Y empiezo a salir bastante más tarde, o a entrar bastante antes, o a comer en la mesa.
Este modo de trabajo acarrea que se tienen los aspectos negativos de ambas formas de trabajo, como decía al principio. ¿La solución? Pasa por una concienciación de los empresarios en general, para llegar a una verdadera conciliación entre la vida laboral y personal, que permita el desarrollo óptimo de ambas. La posibilidad de hacer un cierto porcentaje de las horas como teletrabajo puede reportar serios beneficios a ambas partes, aumentado la productividad de las horas que se pasan en la oficina (y disminuyendo, por tanto, una cierta parte de gastos generales) y aumentado la calidad de vida de los empleados.
Sin embargo, es extremadamente complejo el implantar este tipo de jornada laboral en la mayor parte de las empresas. Gran parte de las causas de este problema pasa por la desconfianza que siente el empresario frente a su empleado: si no está en la oficina, no trabaja. Y asumo que esta desconfianza viene provocada en gran parte por la ineficacia de muchas horas de trabajo en la oficina.
Como muestra, un botón: estoy en la oficina, son las 19.30 de un lunes, y estoy escribiendo este post porque he terminado la entrega que tengo este miércoles (a falta de ver mañana por la mañana unos planos con el delineante), pero no me voy a casa porque este mediodía he tenido que salir 3 horas, y si me voy antes de las 20.00, no llego a las 8 horas que tengo que hacer hoy como mínimo; mañana, además, recuperaré los otros 40 minutos. Esto desemboca en que llego a casa cansada y de mal humor, sin ganas de hacer nada; y, además, habiendo perdido una preciosa hora metida en la oficina, donde ya sólo queda mi jefe, otro compañero que sólo curra de tardes y yo, que estoy publicando en el blog.