Mostrando entradas con la etiqueta cicloturismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cicloturismo. Mostrar todas las entradas

06 junio, 2015

[Paris à vélo] Día 2: "Y yo quiero un millón de dólares"

Paso a nivel de camino al RER
Nos hemos levantado un poco más tarde gracias a las contraventanas y hemos cogido el cercanías para ir directamente al museo de Ciencias e Industria. Está al norte de París y nos pillaba de camino. No lo sabíamos (de verdad que no) pero el museo tiene una sección de transporte bastante chula. Si hemos estado 3 horas en el museo, una la hemos echado en esta parte. Aunque habíamos quedado a comer con Fon, no nos ha dado tiempo: las 12.15 es una hora difícil si quieres aprovechar la mañana. Hemos terminado comiendo en el museo y aprovechando la entrada un rato más. A la salida he protagonizado el piloto de "Friends": iba quejándome de que llevaba desde que habíamos llegado con ganas de tomarme un helado cuando nos ha parado una chica con una caja de mágnum en la mano para ofrecernos un par de ellos. Hemos aceptado, claro: caja comprada en el súper, cada uno coge un helado y los que sobran se lo das a quien sea antes de tirarlos. Ross no tuvo tanta suerte aunque yo probé a pedir un millón de dólares
Adri haciendo propaganda de su blog.
Cogimos las bicis y nos fuimos de camino a Montmatre cuando apenas hacía 35 grados a la sombra y un bochorno importante. Cuando dejamos las bicis, Montmatre había pasado a segunda prioridad, siendo sustituido por encontrar agua. Dimos unas cuantas vueltas buscando un súper bajo el riesgo de deshacernos y convertirnos en un charco parisino pero lo encontramos. Aprovechando el parón, le pedí a Adri conexión de datos y voilà! El email de la UE anunciando que nos daban una beca para una idea que habíamos presentado. Creo que el resto del camino hasta la cima del monte lo hice en estado de shock, pero llegamos al Sacre Coeur. Nos metimos en misa con el único objetivo de estar al fresco, que el sol caía a plomo y nos apresuramos a bajar después de hacer las fotos de rigor. Evidentemente, y aunque hay una bonificación de velib por subir las bicis hasta allí, no había ni una estación con bicis, así que tocó bajar andando.

Las vistas desde Montmatre

"Vamos a pasar por una de las calles con más sexshops de Europa", me informó Adri. Y llegamos al Moulin Rouge y a una zona que suena más sórdida de lo que realmente es. Seguía sin haber bicis, así que tocó andar hasta la Escuela de Fon. El plan era entrar al Louvre porque con sus carnets de Amigos del Museo podían meter a una persona más los viernes por la tarde; como había que esperar a Inés, decidimos hacer tiempo comiéndonos un crêpe en la otra punta de la ciudad. Bicis y a correr la contrarreloj por mitad de París y cuesta arriba, o no llegábamos con la media hora de uso de Vèlib. Mi crêpe de nutella estaba rico pero Adri y Fon se comieron uno salado que era un maxi crêpe de 3 pisos. Nos fuimos a un parque con fuente para conseguir que pasara.

Como Inés ya estaba llegando, volvimos a la bici y nos fuimos a Chatelet: bajando,la vida se ve de otro modo y conseguimos no vomitar la merienda. Entramos al Louvre a dar un paseo y a descubrir que es como el British pero ordenado; como puesto todo con más estilo. También descubrimos los sarcófagos-matriuskas porque todo el mundo nos había dicho que fuéramos a la sección de Egipto. A la de pintura ni nos acercamos, seguro que La Gioconda sigue expuesta detrás de un muro de gente y teníamos poco interés en agobiarnos.

Lo hicimos bien porque la tormenta que amenazaba París había caído durante nuestra visita y conseguimos no mojarnos. Eso sí, la temperatura había bajado 12 ó 14 grados de golpe y habíamos pasado a lo que yo denomino "frescor de chaqueta". Evidentemente, no llevaba, así que nos fuimos hacia el metro con el plan de la cena: ¡sushi! De camino, pasamos por el Pont des Arts al que han quitado los candados por el peligro que suponía para la estructura; tampoco pude encontrar a La Maga.

Lo del barco no era una metáfora.
A Adri le hizo ilusión montar en el metro: "es que en la línea 7 no me he subido nunca" así que él iba feliz por la nueva (ejem) experiencia y yo por ir caliente. Nos hinchamos con un "barco" de sushi de una manera obscena, en tanto en cuanto ni hacía ni 3 horas de los maxi crêpes. Salimos rodando a por un Uber pero tuvimos que alejarnos de la zona de bares para que la tarifa bajara a la mitad, en un claro ejemplo de que la ley de la oferta y la demanda funciona (o, según mi interpretación, de que son unos chorizos).

Llevamos a Champigny casi a medianoche. Yo me fui directa a la ducha, que iba en modo pies negros y a la cama y sin escribir nada de nada. Llevamos dos días muy intensos en París y aún nos queda otro.


  • Hemos comido en el museo de Ciencias.
  • Hemos cenado en Oi Sushi!

05 junio, 2015

[Paris à vélo] Días 0+1: Desde la calzada

¡Nos vamos! Au revoir, Madrid!
Hemos llegado a París, después de un vuelo algo retrasado y a unas horas que en el aeropuerto de Orly estaban a punto de encender las luces y echarnos.

El plan era coger un servicio de Uber para ir hasta casa de Fon e Inés, usando la aplicación. Conecto datos y lo solicito: origen, destino, ningún problema. Un minuto después, llamada entrante con código de país yanqui (+1)... Venga, a ver:
- Hello?
- [Parrafada incomprensible en francés.]
- Oh, sorry, do you speak English?
- No.
Se ponía la cosa estupenda. Pero como había voluntad, conseguimos entendernos:
- Sud? Ouest?  Where? Where?
- Sud!
Y así todo. Todavía considero un milagro que nos viéramos en el kiss&ride, sobre todo porque Adri y yo nos perdimos en el aeropuerto. Lo bueno de encontrar al señor de Uber es que ya podíamos comunicarnos en el idioma universal: las señas. Así me indicó que uno se tenía que poner en el asiento delantero, señal clara de que los servicios de Uber no son del todo legales aquí.

"20 minutos hasta casa de Fon", pensé yo, que iba delante, "al menos, serán tranquilos". ¡Craso error! El señor, pese a los evidentes problemas de comunicación se empeñó en darnos conversación. Nos preguntó de dónde veníamos, a qué nos dedicábamos, qué hacíamos en París y nos contó que sus padres van a Alicante a coger el ferry hasta Algeciras. A google gracias por la existencia de Translator.

Fon nos estaba esperando con la cama hecha y nos metimos en el sobre al poco de llegar. Cuando nos acostamos comentamos que las ventanas no tenían cortinas pero que bueno, que esto es Europa. Nos ha despertado un sol brillante a eso de las 6 de la mañana... Para enterarnos luego de que había contraventanas.

Teníamos un total de cero (0) planes para París. De lo poco que teníamos claro era el plan de transporte: billete de 10 viajes para llegar el centro y bici pública. Nos hemos ido con Fon a la estación y el billete de 10 viaje eran 10 billetes de 1 viaje. Que es lo mismo pero en modo ineficaz. Por suerte, la bici pública (Vélib) es sencilla de usar y sólo hemos necesitado un ticket. Por 1,70€ cada uno, teníamos 24h de bici, el equivalente a un viaje en metro. Ya os adelanto que lo hemos amortizado.

Hemos acompañado a Fon a su Universidad y hemos seguido con las bicis hasta la Ópera. París está haciendo un esfuerzo muy grande por introducir la bicicleta y hay mucho carril bici, en muchos casos a contramano. También es cierto que la carga y descarga y el aparcamiento irregular consiguen que el carril bici sea disfuncional. Por otro lado, como esta ciudad es un atasco continuo, los coches van a 10km/h y el riesgo es poco.
Adri con las bicis de  Vélib

Desde la Ópera hemos ido andando hasta el Louvre para no entrar: no nos apetecía nada meternos en un edificio con el día que hacía. Así que nos hemos ido andando por las Tullerías, sentándonos al sol en mobiliario urbano móvil (un acierto) y nos ha hecho una foto un secreta en la Concordia. Ojo, que se lo hemos pedido nosotros, pero es que pensábamos que era un señor normal.

El señor que nos hizo la foto tenía prisa.
Sillas individuales que se mueven. Estoy enamorada de esa idea.
La foto que nos hizo el secreta. Tenía menos prisa que el señor del Louvre ;)

Los Campos Elíseos estaban engalanados con policía armada hasta las cejas y banderas españolas y francesas, señal clara del paso del Borbón por allí a hacer lo que no se atreve a hacer en España: homenajear a los republicanos que liberaron París. Pero me desvío del tema.
Banderas españolas y francesas [foto desde la bici, en un semáforo en rojo]
Hemos vuelto a coger las bicis para bajar los Campos, hasta el Arco del Triunfo, que es una rotonda gigante sin ningún tipo de sentido. Luego nos hemos enterado de dos cosas: que el código de circulación no específica prioridad de circulación en las rotondas y lo normal es que tenga prioridad el que entre (esto explica por qué nadie nos cedía el paso yendo por dentro); la segunda, que los seguros no cubren accidentes en el Arco del Triunfo. Que no me extraña, porque la que había liada era peor que Plaza de Castilla. Aún así, hemos circulado con tranquilidad y hemos llegado al Trocadero, a dejar las bicis y a buscar un baño y un supermercado.

Debíamos seguir con la lógica de Londres: en los parques hay baños públicos. Error. Tras comprar una ensalada, nos hemos ido al Bois de Boulogne a comer en el césped y no había un maldito baño público. Tampoco había una cafetería, con excepción de una en mitad de una isla a la que se accedía en barco previo pago de 1,50€. Mira, no. Otra habrá. Pues no. Al final, hemos vuelto a nuestros ancestros y hemos hecho pis en el bosque, con la seguridad de que estábamos contraviniendo alguna normativa pero haciéndole caso a la naturaleza.

Bici de nuevo y al Trocadero y la Torre Eiffel. Era el punto neurálgico de turistas y de coches, porque vaya atasco había allí montado. Fotos de rigor pero sin poder subir: tendríamos que haber comprado la entrada hace semanas y, aún así, hacer cola. Nos hemos terminado sentando en un banco a la sombra y yo he aprovechado para echarme 10 minutos de siesta que me han dejado nueva.

¡París!
¿A que tengo mejor cara después de la siesta? 
Más bici y por la orilla del Sena hacia el Louvre de nuevo a recoger a Fon y a Notre Dame. Tampoco hemos pasado porque hoy no teníamos ganas de edificios por dentro. A las 7 habíamos quedado con Raquel y con Nacho (y con Luna e Iván, sus niños) para tomar algo y cenar.

[Pausa para dormir, que estaba muerta, termino la crónica en el tren camino a París]

Quedamos en un bar friki, lleno de referencias a películas y donde la gente quedaba a jugar. Nosotros nos lo ahorramos, que era ya la hora de cenar y había hambre. En el bar, por alguna razón, tenían patatas bravas; las pedimos por hacer la gracia y ahora necesito volver a Madrid a resarcirme. Raque nos estuvo contando en qué consistía su trabajo: I+D de galletas. Ahora quiero que me mande nuevos descubrimientos ;)

Los niños tenían que irse a la cama, lo cual es una excusa para decir que estábamos muertos después de todo el día y queríamos irnos a dormir. Descubrimos a las malas que la tan elogiada red de buses de París tiene un problema: las frecuencias caen hasta el submundo de la calidad del transporte y el autobús que por la mañana pasaba cada 6 minutos ahora lo hacía cada 45. Evidentemente, acababa de pasar. Tuvimos suerte y vino otro que nos acercaba, a pesar de que el SAE decía que tampoco porque el mono borracho debe ser el que maneja el sistema.

Ya en casa de Fon descubrimos varias cosas: que estábamos llenos de polvo y pegajosos, por un lado, y que nos habíamos quemado cual guiris en Benidorm. Gracias a que ya sabemos cerrar las contraventanas, hoy hemos dormido hasta las 8. Nos espera un día duro, así que lo vamos a agradecer.
Vamos camino de París a lucir un moreno albañil de lo más cool.