Llevo mucho tiempo pensándolo, por que es una situación ciertamente desagradable que me hace más desconfiada con mi alrededor y provoca, en última instancia, que sea mucho más cínica y despegada; y es emprender un camino que no me agrada, y menos con la edad que tengo. Además, el encajar mal genera sentimientos de culpa (en la concepción más cristiana de la palabra), en la modalidad del “¿seré yo? ¿Estoy haciendo algo mal? ¿En qué me estoy equivocando?”. Y, ojo, este pensamiento es muy sano, pero llevado al extremo genera sentimientos terribles, y puede llevar a ciertos trastornos mucho más graves.
Sin querer ser más lista que nadie, y después de darle muchas vueltas a todo, he llegado a vislumbrar 7 causas de lo que puede estar pasando. Aclaro desde ya que yo me incluyo en muchas de ellas, que esto no es un aleluya acerca de lo que los demás hacen mal y yo no. Es más bien un análisis crítico de lo que me rodea y de cómo estamos llegando a esto.
- Infantilización. Lo están consiguiendo los medios de comunicación y los gobiernos, a base de tratarnos como a niños. El mensaje es claro, desde todos los frentes: no te preocupes, estamos aquí para corregir tus errores. Y el resultado final es la idea: "tu no eres responsable de tus errores", con una conclusión asociada: "te puedes equivocar sin consecuencia las veces que sea necesario". Es un pensamiento que creo que viene importado de EEUU, y que estamos interiorizando en Europa muy rápidamente.
- Egoísmo. La sociedad se está volviendo extremadamente egoísta; creo que antes el egoísmo era algo particular de cada uno y mucho menos extendido: la gente era generosa con sus vecinos, sus amigos, la gente de la calle. Ahora, la gente es egoísta de manera particular y la sociedad lo es de manera general. El yo es siempre más importante y está por encima del nosotros. Y el nosotros más cercano está por encima del nosotros más general, como sociedad. Y esto pasa en un mundo totalmente globalizado, donde comprar una marca de ropa en España afecta a las condiciones laborales de unos chavales en la India.
- Impaciencia. Todos, todos, queremos tener las cosas ya. Yo he sido siempre muy impaciente y el mundo 2.0 me está volviendo más impaciente aún. El ejemplo más claro es Twitter: información en pequeñas cápsulas, real-time. El entretenimiento rápido es el que triunfa; de hecho, cada vez hay más concursos de preguntas / pruebas rápidas. Y se valora mucho más a quien triunfa rápido, aunque sea de manera poco ética o directamente ilegal.
- Derrotismo. Tiene mucho que ver con la infantilización, porque esto es causa y consecuencia al mismo tiempo. Es causa de la infantilización por el razonamiento de "no puedo hacer nada" y es consecuencia de muchas cosas, básicamente que "no se haga nada". El inmovilismo de la sociedad actual asusta mucho, y se trata de una espiral descendente de la que es cada vez más difícil salir.
- Cosificación. La vida de la gente se mide en cosas. No importa lo buena persona que seas, importa las cosas que tengas y es por lo que se te valora, en general. Es una idea muy potenciada por la televisión. Triunfa quien tiene cosas: un coche, una casa, unos pendientes de svaroski. Lo que importa de verdad son las cosas que tengas.
- Acriticidad. La gente no es crítica con absolutamente nada. Aceptamos lo que vemos y leemos en cualquier medio de comunicación, ya sea de los oficiales (periódicos, radios, televisiones) como de los demás (medios 2.0, principalmente), sin someterlo a un proceso previo de reflexión, aunque sea mínimamente. Y nos la cuelen de cualquier manera.
- Irrespetuosidad. Es el último porque de algún modo abarca todos los anteriores, pero yendo un paso más allá.
Un ejemplo, totalmente apolítico para que no parezca sesgado: hace unos meses se estrenó una película, "El árbol de la vida". La gente se salía de la sala y se quejaba y algunos cines habían decidido devolver el dinero a quienes no les gustase. ¿Devolver el dinero por una película que no les gusta? Ha sido tu elección, responsabilízate de ella. Y esto, que se encuentra en lo más básico en la sociedad, llega hasta extremos inconcebibles a priori: no hay ningún responsable de la crisis de las cajas de ahorros.
Un ejemplo del egoísmo social es lo que ha pasado con los rescates a otros países en Europa, y aquella frase de “España no es Grecia” que era repetida como un mantra por nuestros gobernantes y sentida en lo más hondo por todos nosotros. Es posible que España no fuera Grecia, pero ¿eso les hacía más lejanos a nosotros? ¿Nuestra implicación en la resolución del problema debía ser menor?
Como ejemplo particular: yo leo menos y leo menos porque me aburro; y no porque la novela en cuestión sea mala sino porque no es rápido, no tengo la información en poco tiempo, etc. Y eso lo estoy detectando en las últimas semanas no sólo en mí, también a mi alrededor.
Los ejemplos más dramáticos los he vivido en las últimas protestas. Gente que decía que “no hacía huelga porque sólo iban unos pocos y entonces no servía para nada”.
Un ejemplo de esto: el otro día una persona de mi entorno, se quejaba de que una marca de alto nivel no tenía un coche suficientemente grande como para que le cupieran las tres sillitas de bebé. Y frente a la sugerencia de que quizá el monovolumen era una solución, respondió que cómo se iba a comprar un monovolumen. Da igual cómo trates a tus hijos, si ellos van a ir mejor o peor, lo importante es que un monovolumen ya no es cool.
Yo, que me considero bastante más crítica que la media, caigo en algunas cosas que luego me dan mucha vergüenza. Hace nada me la colaron con el email-cadena de los “56 días de Hollande”. Era algo que quería creer y me lo creí. A pesar de que cuando lo leí había cosas que no me cuadraban... pero me lo creí, sin hacerlo pasar por el tamiz de un proceso crítico básico.
No nos respetamos los unos a los otros en lo más básico, creemos que tenemos unos derechos adquiridos porque sí (por ser blanco, por ser hombre, por ser español, por ser ingeniero, etc.), cuando nos falta algo básico, el respeto al otro ser humano.
Ejemplos hay muchos, aunque últimamente el que más me llama la atención es el del tiempo. Se hace perder mucho tiempo a la gente, sin pensar en que la otra persona tiene unos sentimientos y unas inquietudes, sin pensar que el tiempo es algo finito.