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28 diciembre, 2006

El caballero de la palabra, de Rafael Álvarez "El Brujo"

Ayer noche fui a ver la última representación teatral de Rafael Álvarez El Brujo, llamada Los misterios del Quijote: el Caballero de la Palabra. Me la habían recomendado fervientemente, calificándola con todo tipo de epítetos positivos y exultantes, y decidí hace un par de semanas comprar las entradas porque la temporada se termina el 7 de enero.

¡Craso error! Me sentí como un pulpo en un garaje (acompañada por yami, que creo se sentía también bastante pulpo): a todo el mundo parecía encantarle aquella sarta de sandeces que poco tenían que ver con el Quijote y mucho con la chabacanería más salsa rosa de la televisión actual. No consiguió provocarme más que alguna sonrisa circunstancial, mientras el público a mi alrededor, se carcajeaba a modo y aplaudía a rabiar y El Brujo se pavoneaba en el escenario como si acabara de descubrir el arte del chiste fácil.

La verdad: empezó mal. Una obra sobre el Quijote que comienza diciendo que el libro es una mierda, que es aburrido, que no hay quien lo lea, malo. Ya sólo el lenguaje utilizado hacía presagiar lo peor: el señor se regodeaba en la palabra malsonante, repitiendo cojones o coño como si de un crío de 6 años se tratara.

Las disgresiones políticas y mediáticas hubieran podido tener cierta gracia si hubieran tenido cierta profundidad, o, al menos hubieran estado algo elaboradas; al grito de ¿ustedes creen que Zapatero se ha leído el Quijote?, enlazó una serie de acusaciones (tanto a socialistas como a populares) que rallaban en lo soez: Zapatero tiene cara de sueño, necesita dormir, por eso dice a todo que sí; a Acebes debería quitarle el PP el bozal para que ladrara a gusto mientras se desfoga por el campo; o que es Esperanza Aguirre quien dice que Cervantes nació en Alcalá de Henares. Todo salpicado de alusiones a Marbella, a Paco el Pocero, al catalán, y a un sinfín de temas similares; sinceramente, para ver un buen monólogo de crítica política o social, prefiero ver Nuevos Cómicos o incluso a Buenafuente, que tienen un humor más fresco, más novedoso.

La conclusión es obvia: la obra es cara (25€), mala, aburrida; id a verla si os gusta el humor de series como Aída o Mis adorables vecinos. Si no, gastad el dinero en ir a ver otra cosa (por ejemplo, Pequeña Miss Sunshine). Yo salí del teatro bastante enfadada y con la sensación de haber sido estafada. Lo peor de todo: no hubo intermedio, y la tuve que ver entera.

Un horror.