Esto lo he hablado muchas veces con amigas: el reparto de las tareas del hogar va más allá de la acción de hacer algo. Desde mi punto de vista, llevar una casa tiene tres fases:
- Pensarlo, que parece una chorrada, pero ser consciente de que hay que hacer algo es fundamental. Cosas como ser conscientes de que hay que ir a recoger la ropa del tinte, o hacer la matrícula del colegio del niño, o cenar. Tener en la cabeza muchas cosas resulta agotador, porque están ahí y restan espacio mental a otras, fundamentalmente a temas de ocio, ya que el trabajo remunerado lucha enconadamente con el trabajo doméstico en la cabeza de cualquier mujer.
- Planificarlo, porque una vez que eres consciente de que hay que hacerlo, hay que pensar el cuándo y el cómo. Recoger la ropa del tinte implica saber cuándo la tintorería está abierta, pero además que no llueva o que vayas a tener la casa preparada (por ejemplo, si es una alfombra). Hacer la matrícula del colegio implica saber cuándo abre y cierra el plazo en la Consejería de Educación, qué papeles son necesarios, qué criterios puntúan, qué colegios son los que puedo elegir. Cenar implica decidir qué se va a comer, si encaja con lo que se ha comido ese día o se comerá al siguiente (especialmente si hay críos por medio), qué tiempo requiere de preparación.
- Ejecutarlo, que va desde ir a la tienda hasta colocar la ropa o la alfombra; desde recoger todos los papeles del niño, hasta rellenar la solicitud y llevarla al centro; desde ir a hacer la compra hasta colocarla en la cocina y cocinarla.
Este último paso, la ejecución, es donde yo detecto que existe más igualdad. De hecho, también creo que es la parte más valorada, en cuanto a que es palpable, se ve que se ha hecho, tienes una alfombra, un niño matriculado en un cole o la cena en la mesa.
Sin embargo, los dos primeros pasos se dejan como labor de la mujer. Tener en la cabeza la casa, lo que se necesita en ese momento, realizar la planificación, es algo que generalmente se obvia cuando se habla de reparto de tareas en el hogar. Y, sinceramente, es la parte más importante de dicho reparto.
De hecho, considero que cuando los hombres dicen que "ayudan en casa" lo hacen porque la percepción es que se les pide ayuda para la última fase, la ejecución. "Pon la lavadora", "ve a hacer la compra, toma la lista", "acércate a la tintorería a recoger la alfombra", son frases que se escuchan habitualmente en boca de las mujeres y que denotan todo el esfuerzo que se ha puesto en las dos primeras fases, que pasan desapercibidas. Esas dos primeras fases son críticas para que la casa funcione y si no se comparten hay de facto un desequilibrio en el reparto de las tareas. Si yo tengo que estar pendiente de que la lavadora se ponga, no me cuesta trabajo ponerla yo: lo difícil es estar pendiente de que se acaban los calcetines limpios. Es lo que realmente consume mucha capacidad mental y produce agotamiento.
Tengo la suerte de que Adri y yo compartimos las tareas de la casa en todas sus fases. No siempre ha sido así, y al principio había una pelea habitual que iba tal que así:
- Hay que poner la lavadora, es que nunca te acuerdas.
- Sí que me acuerdo, lo que pasa es que tú tienes que tenerlo todo controlado y, claro, yo no puedo.
- Quedan 3 pares de calcetines en mi cajón, ¿cuándo pensabas ponerla!
- No sé, en algún momento.
Cambiad la lavadora por la compra o la comida de los gatos o cualquier otra cosa. Era algo que me quemaba mucho porque sí, ponía la lavadora, pero eso no era lo problemático: es que yo tenía que estar pendiente. De aquella decidimos poner en marcha un método que nos ha funcionado bastante bien. Es invención de Diana y Carlos y os aviso de que requiere, fundamentalmente, de constancia. Ergo, ambas partes deben estar comprometidas a ejecutarlo.
El método de los cuadraditos
El método se basa en poner de relevancia qué hace cada uno, sin asignar tareas previas. El reparto de tareas previas tiene un problema fundamental: genera tensiones. "Te tocaba lavar los platos esta semana y la torre del fregadero está a punto de ganar un Guinnes", "No hay huevos en la nevera y son las 9 de la noche, a ver qué hacemos, ¿no tenías que haber ido a la compra?".
Así que la idea es que la casa está ahí, somos dos adultos con plenas capacidades y hay que hacer una serie de tareas, que se especifican de antemano. Nosotros elegimos 12, siendo algunas múltiples:
- Poner lavadoras / tender
- Poner / recoger lavavajillas
- Hacer comida (1 plato)
- Comprar
- Recoger ropa tendida / planchada
- Recados
- Bajar basura + Cambiar bolsas
- Alimentar gatos
- Recoger el piso
- Limpiar arena
- Hacer la cama
- Varios
Esto tiene varias ventajas. Primero, un absurdo sentimiento de recompensa, pero que ahí está. "He puesto la lavadora, mira, me relleno mi cuadrito". La segunda, que te permite llevar un registro personal de lo que haces. Y ves también lo que hace el otro, ya no discutes en vacío sino con datos. A veces te llevas sorpresas, igual pensabas que el otro no hace nada y luego caes en que la basura siempre la suele bajar él, etc.
Os dejo el enlace a la hoja excel que preparamos para imprimirla y colgarla, tras los primeros meses hechos a mano. Para mí era fundamental que estuviera en un sitio muy visible, de fácil acceso. Si teníamos que ir a rellenarla al ordenador o hacerlo con el teléfono, no hubiera funcionado bien. Parte de esto era la necesidad de visibilizar el problema y su solución. Por otro lado, si alguno de los dos tenía que decirle al otro que hiciera algo (como necesidad, no como favor), no te podías apuntar el cuadradito. De este modo solventábamos que el método se quedase en la fase 3 y abarcara también la 2 y, con el tiempo, la 1.
Nos ha ido muy bien, la verdad. Adri fue consciente de que o se esforzaba ("oye, déjame limpiar a mí la arena de los gatos, que me llevas muchos cuadraditos de ventaja" o "claro, tú pones la lavadora y no me das tiempo a ponerla a mí y te apuntas el cuadrado") o la tan cacareada igualdad se nos iba por el desagüe. Ahora ya hemos conseguido un buen equilibrio y no lo estamos usando, aunque también es verdad que yo tengo tal carga de trabajo que o se encarga él o no cenamos decente ningún día.
Bonus track: ahora yo tengo la sensación de que él hace más. Él me dice que no, que ahora está equilibrado. Y es posible. Sería mejor apuntarlo, pero no lo vemos necesario. La moraleja de esto es que nosotras estamos acostumbradas a hacer más y tenemos que dejar hacer. Si no dejamos hacer, tampoco va a funcionar. Y tenemos que dejar hacer a su modo, que no siempre va a coincidir con el nuestro.
Suerte :)