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28 noviembre, 2014

Será maravilloso viajar hasta Mallorca...

Compramos los billetes el 11 de agosto, 3 meses antes de que saliera nuestro vuelo. Nos íbamos a Mallorca, a ver a Mónica y a Guillem, en un viaje que yo ya había aplazado demasiado tiempo. Adri no conocía la isla y yo había estado hace más de 20 años. Aprovechando el puente largo que nos ofrecía la fiesta de la Almudena en Madrid, parecía buen momento para volver.

El viernes 7 de noviembre llegó y empezamos el día bailando. Adri no lo entiende, pero los días son mejores si se empiezan así...

 

Ojo, que la canción lo tiene todo, ¡hasta una causeway! Como nosotros no tenemos miedo al avión, esa tarde nos fuimos a Barajas después de que yo esquivara una marrón de mi jefe que pretendía que me quedara a trabajar el puente, JA. Los monos borrachos no ponen únicamente mojones, aparentemente.

Si algo hemos aprendido en el Camino de Santiago es a hacer equipajes mínimos. Íbamos con una bolsa para los dos que no tuvimos ni que subir a los maleteros del avión. El viaje fue  bueno porque los de Ryanair han decidido dejar de ser unos pesados vendedores de biblias.

Moni y Guillem, esperándonos :D
Aterrizamos en el aeropuerto Mallorca y lo primero que nos llamó la atención fue lo vacío que estaba. Lo normal, un aeropuerto con demanda totalmente estacional que en invierno tenía todas las cintas paradas y los mostradores vacíos... pero aún así impresiona. Allí nos estaban esperando ya Moni y Guillem, con Morris, para llevarnos a nuestra primera cita del finde: la cena del Smial de Tol-Eressëa, la delegación local de la Sociedad Tolkien Española en Mallorca. Si de esta Adri no me ha dejado...

Allí nos encontramos con viejos conocidos como los anfitriones, Ricard y Laura, y con nuevos descubrimientos del smial insular. Fue una cena hobbit muy agradable, en la que nos reímos mucho; especialmente con la cabra navideña de Gavle, Suecia, que es vandalizada año tras año sin que el ayuntamiento pueda hacer mucho para solucionarlo. La montan el 1 de diciembre y hasta habilitan una webcam para poder ver en directo cuándo y qué le hacen al muñeco de 13 metros.

Cuando yo empecé a dormirme en el sofá pareció una buena  idea irnos... no era muy tarde, no serían más allá de las 12.30, pero estaba reventada después del día y aún nos quedaba unos kilómetros en coche para llegar a Sòller, donde viven Moni y Guillem. Túnel de peaje porque la alternativa es subir a unos 700 metros y volver a bajar... a nivel de mar. Nos estuvieron contando la política tarifaria del túnel, mucho más barato para residentes. Como descubriríamos en esos días, muchas cosas están pensadas para el turismo intensivo.

Moni nos tenía ya preparada el sofá cama en el salón, que nos presentó con el comentario: “hay un lado de la cama que está más duro”. Adri se ofreció a dormir en ese lado, aunque tengo que decir que con lo cansados que estábamos nos hubiéramos dormido en el suelo. Y dormimos muy bien. Cómo no: un montón de superhéroes vigilaban nuestro sueño, desde la pared, la tele y desde prácticamente cualquier sitio.

El día amaneció radiante y teníamos un súper plan: ir a desayunar al puerto. Aquí cabe una pequeña explicación: Sòller es un pequeño pueblo (unos 15.000 habitantes) situado en la costa noroeste de Mallorca, pero no en primera línea de playa. El Puerto de Sòller constituye una pedanía del núcleo principal, con entidad propia, y está situado a unos 5 kilómetros. Estos dos núcleos de población están unidos por un tranvía de principios del siglo XX, concretamente de 1913 y conservan trenes y coches antiguos dando servicio. Evidentemente, era parada obligada o Adri se iba a enfadar mucho… Moni nos había prometido día ferroviario y este era el primer punto: Guillem nos llevaba al Puerto en coche y hacíamos el trayecto en tranvía a la Estación de Sóller y de ahí a Palma, también en tren. Lamentablemente, nos encontramos con el cambio de horario invernal y con frecuencias cada hora, así que tuvimos que reajustar los planes: comernos un helado en la playa (¡oh, qué sacrificio!) y volver a irnos a Sóller a coger el tren.

Adri y el Tren de Sòller
Este tren que une Sóller con Palma también es un histórico: de 1912, recorre 27,3km hasta llegar a la capital, subiendo por las montañas. Precios de turistas, claro: 12.5€ el trayecto pero merecieron totalmente la pena. El tren es muy bonito, la ruta es preciosa, y en los túneles casi se puede tocar la piedra con la mano de lo justo de gálibo que van. Nosotros tuvimos suerte: como no había mucha gente, nos dimos un paseo y llegamos al coche de primera clase. Allí estaba el revisor, que ya nos había saludado y picado antes, en un habitáculo casi de cuento. En lugar de las clásicas filas de asientos, en este coche había sofás pegados a las paredes, como para hacer una tertulia. El revisor, que si es más majo nos hace café, nos estuvo contando que cuando los reyes van a Palma, hay veces que cogen el ferrocarril y se les reserva ese coche. Nos contó que una vez que fueron, su jefe les dijo que iban a subir, y él le respondió que más les valía que llevasen billete porque él se lo iba a pedir, como a cualquier viajero. Como su jefe vio que iba en serio, tuvieron que sacar los billetes a toda prisa, para que luego él se los pudiera picar. Un crack de señor, en serio, nos estuvo contando historias del tren y de la isla hasta que llegamos a Palma y nos hizo el viaje mucho más entretenido y absolutamente inesperado.

¡Íbamos en el 3! Si os fijáis, apenas queda gálibo libre... 
Si es que no se puede tener más clase viajando en tren.
En el coche de primera clase.
Cambio de agujas: el tren se vuelve a Sòller.

Yo hacía 20 años que no iba a Palma: desde el viaje de fin de curso de 8º de EGB. Había llovido y, evidentemente, no me acordaba de nada. Estuvimos dando un paseo por la ciudad,mientras esperábamos a Guillem que venía más tarde, con Moni contándonos historias. Pasamos por la Plaza Mayor hacia la Catedral, pero, ojo: la primera visita fue transportil, al Intercambiador principal de la isla, un nodo muy bien montado donde se une el Metro, el tren y los autobuses urbanos e interurbanos. Además, había estaciones de bici pública, pero no las pudimos coger porque no somos de allí…

Es tan mono el midi :_)
Se nos unió Guillem en la Plaza de las Cortes, junto al Olivo Centenario, para seguir con el paseo e irnos a comer. Moni nos tenía otra sorpresa preparada: fuimos a comer a un sitio llamado Trens, un restaurante temático con maquetas de trenes por todos lados. Y con un detalle muy guay: los entrantes y los postres te los traían en vagones (¡aquí sí se dice vagón!) por unas vías situadas junto a las mesas. Un detalle que no nos pudo gustar más, de verdad. Además, descubrimos una comida típica que yo desconocía: el frit mallorquí. Tengo que ver si lo hago yo, porque estaba riquísimo.
En el olivo centenario.
¡Trenes!
Las maquetas  molaban todo.

Mi cara de felicidad era porque el tren nos traía el frit, aunque yo aún no lo sabía.
Por la tarde habíamos vuelto a quedar con gente del smial para comer la mejor ensaimada que he comida en mi vida. En serio, todavía se me hace la boca agua al recordarla. El sitio se llama Ca’n Joan de S’aigo y es un horno tradicional con muchos años de historia. Me comí sólo una ensaimada porque veníamos de comer y porque ya era demasiado, pero entraban solas. Paseíto por Palma y foto con el ficus más grande de Mallorca. Me acordé tanto de Diana

Qué pinta, ay :)~
El ficus era grande, grande.
Esa noche ya nos lo tomamos con calma: fuimos a buscar a Aina y a un  bar de juegos, donde cenamos mientras echábamos un Trivial. Lo que tiene el trivial, descubrimos que existe una fruta que se llama tucán... o eso pareció pensar Adri como respuesta a la pregunta: "¿Qué nombre de fruta que también es un animal?". Grandes momentos del trivial, mientras devorábamos hamburguesas. Y a dormir, que los días tan intensos le dejan a una agotada.

Desayunando en Sòller. De las pocas fotos que tenemos los tres, hay que ver.
Al día siguiente nos subimos en el tranvía, ¡por fin! Desayuno en la Plaza de Sóller y luego, al tranvía. Pasa por mitad de la plaza, haciendo mucho ruido (está sin elastómeros) y con ese aire especial que tienen los tranvías antiguos. Nos subimos en el primer coche, para poder ver al conductor y disfrutamos mucho de los 5 kilómetros en los que el tren va pasando por sitios estrechísimos, prácticamente por los patios de la gente. De hecho, hay algunas paradas que más te vale que te subas al tranvía o te aplasta. En el Puerto de Sòller dimos un paseíto, viendo la zona y el hotel donde trabajaba Moni este verano, y esperamos a Guillem para la siguiente parte del viaje: subir a la montaña, por unas carreteras estupendas.
Las vías, por mitad de Sóller. El coche que se ve es la oficina de información turística.
¡Vamos en tranvía!
¡Hasta luego, Sòller! Mención especial a la knitting action de la farola, que hizo que me acordase de Ingrid.
Es tan bonito por dentro...
...como por fuera, ya en el Puerto.
Cuando se piensa en Mallorca se hace raro pensar en algo más que alemanes, playa y cerveza, pero el interior de la isla es montañoso, con el Puig Major  elevándose hasta los 1.445m de altitud. En una isla con una superficie de unos 3.500m2 así que esos picos consiguen que haya unas pendientes impresionantes, y un paisaje entre montañoso y costero muy espectacular. Subimos por la Ma-10 , que no da la vuelta a ninguna ciudad, parándonos en varios miradores y en los túneles para admirar el paisaje. A la altura del Torrent des Racó, pudimos ver hasta un coche despeñado hace años… y que seguía ahí.

Las vistas eran espectaculares. 
PK0 de la carretera  de montaña insular más chula de Baleares, seguro.
Eso de ahí es Sòller, la cala protegida donde se encuentra el Puerto.
Cómo mola hacerme fotos con la sudadera regalo de Diana y Carlos y obras de ingeniería, de verdad.
"Parece que estamos altos, ¿eh?"
¡Con Guillem! Que nos hizo de chófer en todo el viaje y apenas sale en fotos.
Nuestro destino era Lluc y su Monasterio, pero antes nos desviamos para ir un rato por una carretera aún más de montaña, la Ma-2141, y ver un lazo de carretera bastante espectacular llamado el “nudo de corbata”. En Google Maps se puede ver perfectamente y hacerse a la idea de lo que supone. En Lluc paramos a comer y ¡repetimos frit! Porque está rico, aunque esta vez era de marisco en vez de hígado. Tengo que decir que me gustó más el primero.
No me digáis que no es preciosa.
El nudo de corbata, con nuestra  aparición estelar.
Por la tarde nos esperaban las fiestas de Pollença, y más gente del smial. El pueblo me gustó mucho, la verdad, y pasamos la tarde muy entretenidos mientras Aina nos contaba como los cristianos, en el siglo XVI, echaron a los moros que intentaron invadir la isla ¡en pijama! Y es que uno nunca puede elegir en qué momento le van a invadir… peor hubiera sido en bañador, digo yo. En la feria vimos una exhibición de bailes regionales que a mí me recordaron mucho a las jotas manchegas, tanto por la música como por la danza en sí. Moni me confirmó que realmente este tipo de baile era muy similar en toda España, aunque cada uno tiene sus peculiaridades.
Vosotros no lo sabéis, pero estábamos mirando cosas de la XIX Mereth Aderthad.
Escalinata en Pollença.
En la feria había cetrería y berenjenas de Almagro, ¡de todo, señores, de todo!
El tiempo, que hasta ese momento había aguantado bastante bien, dijo que hasta ahí habíamos llegado y empezó a llover. Por suerte, ya era de noche. Yo estuve a punto de quedarme en Pollença porque Guillem decía que en su coche no entraba nadie que llamase a la sobrasada “chorizo de untar”. Mallorquines, reconocedlo, es chorizo de untar. No pasa nada, se untan cosas todos los días: nutella, mantequilla, quesos, ¡y hasta chorizo! Y cada región con sus peculiaridades, a ver si vais a bailar distinto las jotas y no vais a poder comer el chorizo como os dé la gana, faltaría más. Resuelto el pequeño incidente cultural, nos fuimos a cenar tranquilamente y a casa.

Disclaimer: la idea de llamar chorizo de untar a la sobrasada es invento de yami. Pero es taaaaan acertada, taaaaaan cierta, que la adopté hace ya mucho tiempo.

El viaje se acababa pero no queríamos irnos sin darnos un paseo por Sòller y sus calles peatonales. El revisor del tren del sábado nos había contado que en las escrituras de su casa aparecía la fuente de la plaza y por eso era la única que tenía agua, así que fuimos a verla y a dar un paseo en un lunes muy muy tranquilo.

La fuente de la plaza de Sòller, propiedad del revisor ;)
La Iglesia es tan majestuosa que parece una catedral.
Calles peatonales, un placer para pasear.
El tranvía, pasando pegado a las terrazas.
Y pasando junto a la Iglesia, en todo un ejemplo de integración urbana.
El vuelo salía a mediodía y ya sólo nos dio tiempo a comer de camino al aeropuerto y despedirnos de Moni y Guillem, no sin antes agradecerles una y mil veces habernos recibido y habernos hecho de guía. Queda pendiente otra visita, que nos queda mucha isla por ver, así que ¡volveremos! ¡Que no hemos probado el chorizo de untar!
¡Adiós, Mallorca! ¡Hasta la próxima!
Nota: Las fotos son indistintamente de Adri y de Moni. Hay alguna mía, pero irrelevante. ¡Gracias por dejarme publicarlas!