Compramos los billetes el 11 de agosto, 3 meses antes de que saliera nuestro vuelo. Nos íbamos a Mallorca, a ver a
Mónica y a Guillem, en un viaje que yo ya había aplazado demasiado tiempo.
Adri no conocía la isla y yo había estado hace más de 20 años. Aprovechando el puente largo que nos ofrecía la fiesta de la Almudena en Madrid, parecía buen momento para volver.
El viernes 7 de noviembre llegó y empezamos el día bailando. Adri no lo entiende, pero los días son mejores si se empiezan así...
Ojo, que la canción lo tiene todo, ¡hasta una causeway! Como
nosotros no tenemos miedo al avión, esa tarde nos fuimos a Barajas después de
que yo esquivara una marrón de mi jefe que pretendía que me quedara a trabajar
el puente, JA. Los monos borrachos no ponen únicamente mojones, aparentemente.
Si algo hemos aprendido en el
Camino
de Santiago es a hacer equipajes mínimos. Íbamos con una bolsa para
los dos que no tuvimos ni que subir a los maleteros del avión. El viaje fue
bueno porque los de Ryanair han decidido dejar de ser unos pesados
vendedores de biblias.
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Moni y Guillem, esperándonos :D |
Aterrizamos en el aeropuerto
Mallorca y lo primero que nos llamó la atención fue lo vacío que estaba. Lo
normal, un aeropuerto con demanda totalmente estacional que en invierno tenía
todas las cintas paradas y los mostradores vacíos... pero aún así impresiona.
Allí nos estaban esperando ya Moni y Guillem, con Morris, para llevarnos a
nuestra primera cita del finde: la cena del
Smial de Tol-Eressëa, la
delegación local de la
Sociedad Tolkien Española en Mallorca. Si de esta Adri no me ha
dejado...
Allí nos encontramos con viejos
conocidos como los anfitriones,
Ricard y Laura, y con nuevos descubrimientos
del smial insular. Fue una cena hobbit muy agradable, en la que nos reímos
mucho; especialmente con la
cabra navideña de Gavle, Suecia,
que es vandalizada
año
tras año sin que el
ayuntamiento pueda hacer mucho para solucionarlo. La montan el 1 de diciembre y
hasta habilitan una
webcam para poder ver en directo cuándo y qué le hacen al muñeco de 13
metros.
Cuando yo empecé a dormirme en el sofá pareció una buena idea irnos... no era muy tarde, no serían más allá
de las 12.30, pero estaba reventada después del día y aún nos quedaba unos
kilómetros en coche para llegar a Sòller, donde viven Moni y Guillem. Túnel de
peaje porque la alternativa es subir a unos 700 metros y volver a bajar... a
nivel de mar. Nos estuvieron contando la política tarifaria del túnel, mucho
más barato para residentes. Como descubriríamos en esos días, muchas cosas
están pensadas para el turismo intensivo.
Moni nos tenía ya preparada el sofá cama en el salón, que
nos presentó con el comentario: “hay un lado de la cama que está más duro”.
Adri se ofreció a dormir en ese lado, aunque tengo que decir que con lo
cansados que estábamos nos hubiéramos dormido en el suelo. Y dormimos muy bien.
Cómo no: un montón de superhéroes vigilaban nuestro sueño, desde la pared, la
tele y desde prácticamente cualquier sitio.
El día amaneció radiante y teníamos un súper plan: ir a
desayunar al puerto. Aquí cabe una pequeña explicación: Sòller es un pequeño
pueblo (unos 15.000 habitantes) situado en la costa noroeste de Mallorca, pero
no en primera línea de playa. El Puerto de Sòller constituye una pedanía del
núcleo principal, con entidad propia, y está situado a unos 5 kilómetros. Estos
dos núcleos de población están unidos por un tranvía de principios del siglo
XX, concretamente de 1913 y conservan trenes y coches antiguos dando servicio.
Evidentemente, era parada obligada o Adri se iba a enfadar mucho… Moni nos
había prometido día ferroviario y este era el primer punto: Guillem nos llevaba
al Puerto en coche y hacíamos el trayecto en tranvía a la Estación de Sóller y
de ahí a Palma, también en tren. Lamentablemente, nos encontramos con el cambio
de horario invernal y con frecuencias cada hora, así que tuvimos que reajustar
los planes: comernos un helado en la playa (¡oh, qué sacrificio!) y volver a
irnos a Sóller a coger el tren.
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Adri y el Tren de Sòller |
Este
tren que une Sóller con Palma también es un histórico:
de 1912, recorre 27,3km hasta llegar a la capital, subiendo por las montañas.
Precios de turistas, claro: 12.5€ el trayecto pero merecieron totalmente la
pena. El tren es muy bonito, la ruta es preciosa, y en los túneles casi se
puede tocar la piedra con la mano de lo justo de gálibo que van. Nosotros tuvimos
suerte: como no había mucha gente, nos dimos un paseo y llegamos al coche de
primera clase. Allí estaba el revisor, que ya nos había saludado y picado
antes, en un habitáculo casi de cuento. En lugar de las clásicas filas de
asientos, en este coche había sofás pegados a las paredes, como para hacer una
tertulia. El revisor, que si es más majo nos hace café, nos estuvo contando que
cuando los reyes van a Palma, hay veces que cogen el ferrocarril y se les
reserva ese coche. Nos contó que una vez que fueron, su jefe les dijo que iban
a subir, y él le respondió que más les valía que llevasen billete porque él se
lo iba a pedir, como a cualquier viajero. Como su jefe vio que iba en serio,
tuvieron que sacar los billetes a toda prisa, para que luego él se los pudiera
picar. Un crack de señor, en serio, nos estuvo contando historias del tren y de
la isla hasta que llegamos a Palma y nos hizo el viaje mucho más entretenido y
absolutamente inesperado.
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¡Íbamos en el 3! Si os fijáis, apenas queda gálibo libre... |
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Si es que no se puede tener más clase viajando en tren. |
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En el coche de primera clase. |
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Cambio de agujas: el tren se vuelve a Sòller. |
Yo hacía 20 años que no iba a Palma: desde el viaje de fin
de curso de 8º de EGB. Había llovido y, evidentemente, no me acordaba de nada.
Estuvimos dando un paseo por la ciudad,mientras esperábamos a Guillem que venía
más tarde, con Moni contándonos historias. Pasamos por la Plaza Mayor hacia la
Catedral, pero, ojo: la primera visita fue transportil, al Intercambiador
principal de la isla, un nodo muy bien montado donde se une el Metro, el tren y
los autobuses urbanos e interurbanos. Además, había estaciones de bici pública,
pero no las pudimos coger porque no somos de allí…
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Es tan mono el midi :_) |
Se nos unió Guillem en la Plaza de las Cortes, junto al
Olivo Centenario, para seguir con el paseo e irnos a comer. Moni nos tenía otra
sorpresa preparada: fuimos a comer a un sitio llamado
Trens, un
restaurante temático con maquetas de trenes por todos lados. Y con un detalle
muy guay: los entrantes y los postres te los traían en vagones (¡aquí sí se
dice vagón!) por unas vías situadas junto a las mesas. Un detalle que no nos
pudo gustar más, de verdad. Además, descubrimos una comida típica que yo
desconocía: el frit mallorquí. Tengo que ver si lo hago yo, porque estaba
riquísimo.
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En el olivo centenario. |
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¡Trenes! |
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Las maquetas molaban todo. |
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Mi cara de felicidad era porque el tren nos traía el frit, aunque yo aún no lo sabía. |
Por la tarde habíamos vuelto a quedar con gente del smial
para comer la mejor ensaimada que he comida en mi vida. En serio, todavía se me
hace la boca agua al recordarla. El sitio se llama
Ca’n Joan de S’aigo y es un horno
tradicional con muchos años de historia. Me comí sólo una ensaimada porque
veníamos de comer y porque ya era demasiado, pero entraban solas. Paseíto por
Palma y foto con el ficus más grande de Mallorca. Me acordé tanto de
Diana…
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Qué pinta, ay :)~ |
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El ficus era grande, grande. |
Esa noche ya nos lo tomamos con calma: fuimos a buscar a
Aina y a un bar de juegos, donde cenamos
mientras echábamos un Trivial. Lo que tiene el trivial, descubrimos que existe una fruta que se llama tucán... o eso pareció pensar Adri como respuesta a la pregunta: "
¿Qué nombre de fruta que también es un animal?". Grandes momentos del trivial, mientras devorábamos hamburguesas. Y a dormir, que los días tan intensos le dejan a
una agotada.
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Desayunando en Sòller. De las pocas fotos que tenemos los tres, hay que ver. |
Al día siguiente nos subimos en el
tranvía, ¡por fin! Desayuno
en la Plaza de Sóller y luego, al tranvía. Pasa por mitad de la plaza, haciendo
mucho ruido (está sin elastómeros) y con ese aire especial que tienen los
tranvías antiguos. Nos subimos en el primer coche, para poder ver al conductor
y disfrutamos mucho de los 5 kilómetros en los que el tren va pasando por
sitios estrechísimos, prácticamente por los patios de la gente. De hecho, hay
algunas paradas que más te vale que te subas al tranvía o te aplasta. En el
Puerto de Sòller dimos un paseíto, viendo la zona y el hotel donde trabajaba
Moni este verano, y esperamos a Guillem para la siguiente parte del viaje:
subir a la montaña, por unas carreteras estupendas.
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Las vías, por mitad de Sóller. El coche que se ve es la oficina de información turística. |
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¡Vamos en tranvía! |
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¡Hasta luego, Sòller! Mención especial a la knitting action de la farola, que hizo que me acordase de Ingrid. |
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Es tan bonito por dentro... |
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...como por fuera, ya en el Puerto. |
Cuando se piensa en Mallorca se hace raro pensar en algo más
que alemanes, playa y cerveza, pero el interior de la isla es montañoso, con el
Puig Major elevándose hasta los 1.445m
de altitud. En una isla con una superficie de unos 3.500m2 así que esos picos
consiguen que haya unas pendientes impresionantes, y un paisaje entre montañoso
y costero muy espectacular. Subimos por la Ma-10 , que no da la vuelta a
ninguna ciudad, parándonos en varios miradores y en los túneles para admirar el
paisaje. A la altura del Torrent des Racó, pudimos ver hasta un coche despeñado
hace años… y que seguía ahí.
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Las vistas eran espectaculares. |
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PK0 de la carretera de montaña insular más chula de Baleares, seguro. |
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Eso de ahí es Sòller, la cala protegida donde se encuentra el Puerto. |
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Cómo mola hacerme fotos con la sudadera regalo de Diana y Carlos y obras de ingeniería, de verdad. |
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"Parece que estamos altos, ¿eh?" |
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¡Con Guillem! Que nos hizo de chófer en todo el viaje y apenas sale en fotos. |
Nuestro destino era Lluc y su Monasterio, pero antes nos
desviamos para ir un rato por una carretera aún más de montaña, la Ma-2141, y
ver un lazo de carretera bastante espectacular llamado el “nudo de corbata”. En
Google
Maps se puede ver perfectamente y hacerse a la idea de lo que supone. En
Lluc paramos a comer y ¡repetimos frit! Porque está rico, aunque esta vez era
de marisco en vez de hígado. Tengo que decir que me gustó más el primero.
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No me digáis que no es preciosa. |
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El nudo de corbata, con nuestra aparición estelar. |
Por la tarde nos esperaban las fiestas de Pollença, y más
gente del smial. El pueblo me gustó mucho, la verdad, y pasamos la tarde muy
entretenidos mientras Aina nos contaba como los cristianos, en el siglo XVI,
echaron a los moros que intentaron invadir la isla ¡en pijama! Y es que uno
nunca puede elegir en qué momento le van a invadir… peor hubiera sido en
bañador, digo yo. En la feria vimos una exhibición de bailes regionales que a mí
me recordaron mucho a las jotas manchegas, tanto por la música como por la
danza en sí. Moni me confirmó que realmente este tipo de baile era muy similar
en toda España, aunque cada uno tiene sus peculiaridades.
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Escalinata en Pollença. |
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En la feria había cetrería y berenjenas de Almagro, ¡de todo, señores, de todo! |
El tiempo, que hasta ese momento había aguantado bastante
bien, dijo que hasta ahí habíamos llegado y empezó a llover. Por suerte, ya era
de noche. Yo estuve a punto de quedarme en Pollença porque Guillem decía que en
su coche no entraba nadie que llamase a la sobrasada “chorizo de untar”.
Mallorquines, reconocedlo, es chorizo de untar. No pasa nada, se untan cosas
todos los días: nutella, mantequilla, quesos, ¡y hasta chorizo! Y cada región
con sus peculiaridades, a ver si vais a bailar distinto las jotas y no vais a
poder comer el chorizo como os dé la gana, faltaría más. Resuelto el pequeño
incidente cultural, nos fuimos a cenar tranquilamente y a casa.
Disclaimer: la idea de llamar chorizo de untar a la sobrasada es invento de yami. Pero es taaaaan acertada, taaaaaan cierta, que la adopté hace ya mucho tiempo.
El viaje se acababa pero no queríamos irnos sin darnos un
paseo por Sòller y sus calles peatonales. El revisor del tren del sábado nos
había contado que en las escrituras de su casa aparecía la fuente de la plaza y
por eso era la única que tenía agua, así que fuimos a verla y a dar un paseo en
un lunes muy muy tranquilo.
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La fuente de la plaza de Sòller, propiedad del revisor ;) |
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La Iglesia es tan majestuosa que parece una catedral. |
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Calles peatonales, un placer para pasear. |
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El tranvía, pasando pegado a las terrazas. |
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Y pasando junto a la Iglesia, en todo un ejemplo de integración urbana. |
El vuelo salía a mediodía y ya sólo nos dio tiempo a comer de camino
al aeropuerto y despedirnos de Moni y Guillem, no sin antes agradecerles una y
mil veces habernos recibido y habernos hecho de guía. Queda pendiente otra
visita, que nos queda mucha isla por ver, así que ¡volveremos! ¡Que no hemos probado el chorizo de untar!
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¡Adiós, Mallorca! ¡Hasta la próxima! |
Nota: Las fotos son indistintamente de Adri y de Moni. Hay alguna mía, pero irrelevante. ¡Gracias por dejarme publicarlas!