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23 noviembre, 2016

La muerte de Rita Barberá y la polarización

Esta mañana se ha muerto Rita Barberá. No era persona de mi devoción, ni mucho menos, porque creo que le ha hecho mucho daño a este país. Justo ahora iba a ser juzgada y, mirad qué casualidad, se nos muere.

Pero a parte de que yo prefiera que las personas paguen por lo que han hecho, me llama mucho la atención que el debate no sea si esta señora había delinquido o no. El debate versa, sin embargo, sobre si los diputados de Unidos Podemos han hecho bien o no yéndose del hemiciclo cuando se ha producido un minuto de respeto (entiendo que como propuesta del Partido Popular).

Cuando me he puesto a leer Twitter casi al mediodía me he dado cuenta de que el debate hoy se centraba en la pregunta. "¿han hecho bien los diputados de UP al irse del Congreso de los Diputados?". Sin más matices, una pregunta de sí o no. Esto me recuerda mucho a un post que escribió mi amiga Gemma titulado "Los referéndums son una estupidez" y que hablaba, precisamente, de esta polarización de los temas, sin llegar a profundizar en los mismos.

Lejos de intentar analizar algo más allá de la capciosa pregunta, de ponerla en contexto, de darle matices, toda la frustración se vierte sobre los que dicen Sí o No, en función de cuál sea tu postura ante este hecho.

Supongo, y esta es la reflexión que quería hacer principalmente, que es mucho más sencillo, mucho más inmediato, agarrase al sí o el no, sin pararse mucho a pensar en las causas que puede haber detrás. Quizá la gente que aboga por el Sí o por el No tiene otras razones; por ejemplo, entiendo que los compañeros de Barberá pidan el minuto de silencio, pues era una persona importante en su partido y para ellos esta muerte ha debido ser traumática. Entiendo a la gente del No, si la consideran una figura indigna de dicho homenaje. Pero, sobre todo, no entiendo que la batalla se dé en este campo, se centre en un gesto de un partido político que se dirige, fundamentalmente, hacia sus votantes. Porque ni el PP ni UP hacen esto gratuitamente, lo hacen con una intención de tener atención mediática y llegar a sus bases, cosa nada sencilla hoy en día. ¿Cómo hubiera sido la imagen de Alberto Garzón guardando un minuto de silencio por un persona cuyos actos e ideas despreciaba?

Cabe añadir que a mí me parece bien que se hayan ido del Congreso.  Pero no es una cuestión ideológica, de que me cayera mejor o peor Rita Barberá. Creo que hay que ir un poco más allí. Me parece bien, primero, porque no es algo que se haga habitualmente, ya corre en redes el recorte de prensa de cuando falleció Labordeta y se declinó tal posibilidad, precisamente por no ser habitual, y habiendo sido esta persona miembro del parlamento (como nunca lo ha sido Barberá). En segundo lugar, precisamente por esto último: Barberá no era diputada del Congreso. Era senadora del grupo mixto, ya que había sido ¿expulsada? de su partido político (el Partido Popular), aunque hoy la han vuelto a querer, no vaya a ser que no seamos suficientemente hipócritas. Y en tercer lugar, creo que una persona que tenía serios problemas legales relacionados con la corrupción, no merece un homenaje público. El Congreso de los Diputados no es un sitio donde se guarda un minuto de silencio por cada fallecimiento, ¡se pasarían el día callados! Pero sí es un sitio donde se puede reconocer la labor positiva de una persona a un país y no creo que Barberá pueda hacer gala de eso. Que fuera una persona público y conocidísima no es suficiente mérito, o tendrían que haber guardado un minuto de silencio cuando murió Sara Montiel.

Bajo este razonamiento, veo correcto que se haya guardado un minuto de silencio en el Senado, como compañera que era, aunque no se compartiera signo político. Y veo un sinsentido que se hayan guardado minutos de silencio en comisiones del Ayuntamiento de Madrid, con absolutamente ninguna vinculación a esta persona.

En cualquier caso, este tema ha inundado la arena mediática de hoy, tapando asuntos mucho más importantes (cualquier cosa es mucho más importante que un minuto de silencio o no) y que afectan a la vida de todos. ¿Qué se debatía hoy en el Congreso de los Diputados? ¿Qué se ha decidido? No tenemos ni idea, claro.

08 agosto, 2012

A modo de (pequeña) reflexión sobre la realidad actual

Desde hace tiempo tengo una permanente sensación de que “no encajo”, de que hay un desnivel entre mi manera de entender el mundo, y lo que parece ser el mundo en sí. Alguien me dijo hace poco que mi problema era que estaba “descontextualizada”, y es posible que tuviera razón. Pero ¿por qué? Nunca me he considerado una persona poco hábil socialmente, pero últimamente me siento muy alejada de la sociedad que percibo a mi alrededor. En los últimos meses he tenido varios desencuentros con gente a mi alrededor; algunos de ellos han generado acaloradas discusiones, mientras otros han sido más pasivos, y dudo incluso que las personas en cuestión sepan que han ocurrido.

Llevo mucho tiempo pensándolo, por que es una situación ciertamente desagradable que me hace más desconfiada con mi alrededor y provoca, en última instancia, que sea mucho más cínica y despegada; y es emprender un camino que no me agrada, y menos con la edad que tengo. Además, el encajar mal genera sentimientos de culpa (en la concepción más cristiana de la palabra), en la modalidad del “¿seré yo? ¿Estoy haciendo algo mal? ¿En qué me estoy equivocando?”. Y, ojo, este pensamiento es muy sano, pero llevado al extremo genera sentimientos terribles, y puede llevar a ciertos trastornos mucho más graves.

Sin querer ser más lista que nadie, y después de darle muchas vueltas a todo, he llegado a vislumbrar 7 causas de lo que puede estar pasando. Aclaro desde ya que yo me incluyo en muchas de ellas, que esto no es un aleluya acerca de lo que los demás hacen mal y yo no. Es más bien un análisis crítico de lo que me rodea y de cómo estamos llegando a esto.

  1. Infantilización.
  2. Lo están consiguiendo los medios de comunicación y los gobiernos, a base de tratarnos como a niños. El mensaje es claro, desde todos los frentes: no te preocupes, estamos aquí para corregir tus errores. Y el resultado final es la idea: "tu no eres responsable de tus errores", con una conclusión asociada: "te puedes equivocar sin consecuencia las veces que sea necesario". Es un pensamiento que creo que viene importado de EEUU, y que estamos interiorizando en Europa muy rápidamente.

    Un ejemplo, totalmente apolítico para que no parezca sesgado: hace unos meses se estrenó una película, "El árbol de la vida". La gente se salía de la sala y se quejaba y algunos cines habían decidido devolver el dinero a quienes no les gustase. ¿Devolver el dinero por una película que no les gusta? Ha sido tu elección, responsabilízate de ella. Y esto, que se encuentra en lo más básico en la sociedad, llega hasta extremos inconcebibles a priori: no hay ningún responsable de la crisis de las cajas de ahorros.

  3. Egoísmo.
  4. La sociedad se está volviendo extremadamente egoísta;  creo que antes el egoísmo era algo particular de cada uno y mucho menos extendido: la gente era generosa con sus vecinos, sus amigos, la gente de la calle. Ahora, la gente es egoísta de manera particular y la sociedad lo es de manera general. El yo es siempre más importante y está por encima del nosotros. Y el nosotros más cercano está por encima del nosotros más general, como sociedad. Y esto pasa en un mundo totalmente globalizado, donde comprar una marca de ropa en España afecta a las condiciones laborales de unos chavales en la India.

    Un ejemplo del egoísmo social es lo que ha pasado con los rescates a otros países en Europa, y aquella frase de “España no es Grecia” que era repetida como un mantra por nuestros gobernantes y sentida en lo más hondo por todos nosotros. Es posible que España no fuera Grecia, pero ¿eso les hacía más lejanos a nosotros? ¿Nuestra implicación en la resolución del problema debía ser menor?

  5. Impaciencia.
  6. Todos, todos, queremos tener las cosas ya. Yo he sido siempre muy impaciente y el mundo 2.0 me está volviendo más impaciente aún. El ejemplo más claro es Twitter: información en pequeñas cápsulas, real-time. El entretenimiento rápido es el que triunfa; de hecho, cada vez hay más concursos de preguntas / pruebas rápidas. Y se valora mucho más a quien triunfa rápido, aunque sea de manera poco ética o directamente ilegal.

    Como ejemplo particular: yo leo menos y leo menos porque me aburro; y no porque la novela en cuestión sea mala sino porque no es rápido, no tengo la información en poco tiempo, etc. Y eso lo estoy detectando en las últimas semanas no sólo en mí, también a mi alrededor.

  7. Derrotismo.
  8. Tiene mucho que ver con la infantilización, porque esto es causa y consecuencia al mismo tiempo. Es causa de la infantilización por el razonamiento de "no puedo hacer nada" y es consecuencia de muchas cosas, básicamente que "no se haga nada". El inmovilismo de la sociedad actual asusta mucho, y se trata de una espiral descendente de la que es cada vez más difícil salir.

    Los ejemplos más dramáticos los he vivido en las últimas protestas. Gente que decía que “no hacía huelga porque sólo iban unos pocos y entonces no servía para nada”.

  9. Cosificación.
  10. La vida de la gente se mide en cosas. No importa lo buena persona que seas, importa las cosas que tengas y es por lo que se te valora, en general. Es una idea muy potenciada por la televisión. Triunfa quien tiene cosas: un coche, una casa, unos pendientes de svaroski. Lo que importa de verdad son las cosas que tengas.

    Un ejemplo de esto: el otro día una persona de mi entorno, se quejaba de que una marca de alto nivel no tenía un coche suficientemente grande como para que le cupieran las tres sillitas de bebé. Y frente a la sugerencia de que quizá el monovolumen era una solución, respondió que cómo se iba a comprar un monovolumen. Da igual cómo trates a tus hijos, si ellos van a ir mejor o peor, lo importante es que un monovolumen ya no es cool.

  11. Acriticidad.
  12. La gente no es crítica con absolutamente nada. Aceptamos lo que vemos y leemos en cualquier medio de comunicación, ya sea de los oficiales (periódicos, radios, televisiones) como de los demás (medios 2.0, principalmente), sin someterlo a un proceso previo de reflexión, aunque sea mínimamente. Y nos la cuelen de cualquier manera.

    Yo, que me considero bastante más crítica que la media, caigo en algunas cosas que luego me dan mucha vergüenza. Hace nada me la colaron con el email-cadena de los “56 días de Hollande”. Era algo que quería creer y me lo creí. A pesar de que cuando lo leí había cosas que no me cuadraban... pero me lo creí, sin hacerlo pasar por el tamiz de un proceso crítico básico.

  13. Irrespetuosidad.
  14. Es el último porque de algún modo abarca todos los anteriores, pero yendo un paso más allá.

    No nos respetamos los unos a los otros en lo más básico, creemos que tenemos unos derechos adquiridos porque sí (por ser blanco, por ser hombre, por ser español, por ser ingeniero, etc.),  cuando nos falta algo básico, el respeto al otro ser humano.

    Ejemplos hay muchos, aunque últimamente el que más me llama la atención es el del tiempo. Se hace perder mucho tiempo a la gente, sin pensar en que la otra persona tiene unos sentimientos y unas inquietudes, sin pensar que el tiempo es algo finito.

07 octubre, 2004

Sobre la amistad

Esporádicamente me pregunto si realmente puede haber tantos tipos de amistad como se desprende de las opiniones de alguna gente con la que he hablado del tema. Creo que, básicamente, se pueden dividir en dos corrientes de opinión distintas, que se diferencian en algo muy básico: el tiempo.

¿Qué tiempo le dedicas a ese amigo o a esa amiga?

Yo soy de la opinión de que a un amigo hay que cuidarlo, hay que quererlo, hay que dedicarle un mínimo de tiempo. No creo que haya un tiempo fijo, ni siquiera que tenga que ser el mismo tiempo para todos, pero si esa persona es amiga, si realmente conoces a esa persona, sabrás el tiempo que necesitas dedicarle. O más bien, el tiempo que ella necesita que le sea dedicado. Evidentemente, no tiene porque ser el mismo para uno que para otro, y habrá que sopesar cuidadosamente cómo se actúa en función de la persona que tienes enfrente... de ella y de sus circunstancias. No es fácil, pero ¿quién ha dicho que tener un amigo es fácil? Y digo un amigo o una amiga de verdad, no un conocido con el que mantengas más o menos contacto.

Para mantener una amistad, para que la otra persona se sienta querida, se sienta protegida, incluso, sienta que ahí realmente tiene un amigo, que no se ha quedado todo en simples palabras, hay que trabajar, y hay que querer. Nadie es perfecto, yo la primera, y todos podemos equivocarnos. Metiéndome en otro tópico, ya se sabe que el género humano es el único que tropieza dos veces en la misma piedra. Pero ¿y cuándo ya empiezan a ser más de dos y más tres veces? ¿Hasta dónde puede llegar la capacidad de perdonar? Y no sólo eso, ¿hasta dónde puede aguantar una amistad? ¿En qué punto se rompe? A nadie que sea amigo le puede llegar a extrañar que, un día, la otra persona no aguante más. Y si realmente le extraña, si no ha sabido ver todos los síntomas y todos los detalles que han anticipado la llegada al punto de rotura (si se me permite la analogía mecánica), es que no ha procurado cuidar esa amistad. Simplemente, ha olvidado dedicar tiempo, ha olvidado dedicar algo más de todo a esa persona, que lo que se dedica a la persona que nos despacha en Mercadona.

¿Cuánto cuesta decir buenos días? ¿Cuánto preguntar por la salud? ¿Cuánto interesarse por la familia? En el momento en que este tipo de cuestiones se convierten en obligación, en el momento en que hay que pedirlo no una, ni dos veces, sino varias, infructuosamente, es señal de que algo falla. Al final, la amistad no difiere del amor en nada. Hay un momento en el que algo falla. Hay un momento en el que la confianza se pierde. Hay un momento en el que una visita o una llamada de teléfono son consideradas una obligación. ¿Y entonces qué? Cuando ya se han agotado las posibilidades de seguir pidiendo, las ganas de seguir llamando, la paciencia para seguir viéndolo... ¿entonces qué?

Siempre me he negado a huir de las situaciones complicadas. No merece la pena, y no creo que se consiga solucionar nada. Pero, ¿qué hacer cuando se tiene la impresión de que, hagas lo que hagas, te golpeas, una y otra vez, contra un muro de hormigón? Cuando no se devuelven las llamadas, ni los mensajes, y se tiene le impresión de que, si se habla alguna vez, es para no perder del todo la educación y mantener hipócritamente la apariencia de normalidad.


La otra corriente a la que me he referido al principio, es justo la contraria. Si realmente tienes un amigo, no hace falta que se cuide esa amistad. ¿Hasta qué punto es cierto? ¿Hasta qué punto una amistad puede sustentarse sin un mínimo contacto, sin un mínimo de relación? Evidentemente, siempre hay momentos mejores que otros, temporadas en las que, por una razones u otras, el contacto se reduce a la mínima expresión. Pero no creo que esa pueda ser la constante de la relación. Probablemente podría sacar argumentos que apoyasen esta corriente de pensamiento , pero puesto que no la entiendo ni creo en ella, no voy a hacer de abogada del diablo.