30 enero, 2014

Córdoba, un fin de semana



Fue un viaje de último minuto. Hacía unos días, Adri me había comentado que no conocía Córdoba. “¿Qué? ¿Cómo no vas a conocer Córdoba si te conoces media Europa? Nada, tenemos que organizarnos para ir un fin de semana”. Y el fin de semana resultó ser éste; a mí me anularon una cena el viernes y él tenía poco lío, así que ¿por qué no? Y, sinceramente, con toda la movida laboral, yo necesitaba desconectar de Madrid.

Miramos precios de alojamiento y transporte; nuestra primera opción era el tren, claro, pero era carísimo por ser a última hora, así que nos decidimos por alquilar un coche. Con respecto al alojamiento, un hotel de cuatro estrellas por 40€ la noche nos pareció más que razonable. Gastos fijos: 100€ de transporte + 80€ de hotel.

Y nos fuimos a Córdoba. Recoger el coche y ponernos en camino nos llevó poco, apenas había tráfico en la A4, y teníamos música y conversación por delante. Hicimos el cambio de conductor en Santa Cruz de Mudela y poco después a Adri se le ocurrió comentar que estaban rehabilitando la antigua carretera de Despeñaperros, la del puerto. “Vamos por ahí, ¿no?”. El GPS no quería, pero estábamos decididos a pasar, y nos salimos por Venta de Cárdenas y a la nacional.

La carretera y el ferrocarril
Un sitio precioso. En serio, merece la pena pasar y detenerse, está en pleno Parque Natural y la carretera la han dejado muy bien, de doble sentido. Algo desconcertante que aún no hayan quitado la señalización de autovía (esas señales de 50 gigantes) o los paneles de información variable que sólo sirven para un sentido, claro. Nos detuvimos en un lateral y pudimos ver el antiguo tramo en sentido Madrid, ahora cerrado, y la vía férrea de la línea Alcázar de San Juan – Jaén. No había apenas cobertura y no podíamos ver si iba a pasar un tren, pero lo intentamos.

Llegamos a Córdoba cuando ya había anochecido. Check in rápido, dejar las cosas y a dar un paseo. Estábamos un poco cansados los dos (vale, yo más, que el jueves se me fue un poco de las manos), pero nos apetecía salir a ver Córdoba de noche. Nos encontramos con un mercado romano, que es como los medievales pero cambiándole el nombre. Lo romano habitual: regalices de medio metro de largo, gofres o cervecerías con Cruzcampo. Creo que tardé en agobiarme como 2 minutos, estaba lleno de gente y apenas se podía andar… pero teníamos que pasar, necesitábamos llegar a la Torre de la Calahorra y al puente romano-que-no-es-romano para llegar al centro histórico de la ciudad, ya que nuestro hotel estaba al otro lado del río. No hacía mucho frío y pudimos dar un paseo tranquilo por la judería, que estaba muy tranquila y sigue tan bonita como siempre.

Y a cenar. A uno de mis sitios favoritos de Córdoba porque hacen un salmorejo espectacular: Casa Rubio, junto a la Puerta de Almodóvar… y con la obligada visita a la Cruz Roja y el “yo nací aquí”. Salmorejo, berenjenas rebozadas con miel de caña y flamenquín, y ya lo teníamos todo hecho. Lo acompañamos con una botella de vino blanco bastante rico, y al hotel, que las 4 horas de viaje pesaban y al día siguiente queríamos visitar bien Córdoba.

El sábado nos levantamos sin prisa, pero con ganas de ver la ciudad. Desayunamos a precio de risa para Madrid (2€, café, zumo natural y media tostada de tomate y aceite), y a andar. Volvimos a pasar por el mercado romano, ya vacío, de camino a la Calahorra y a la Mezquita, que era nuestro primer objetivo. Nos paramos en turismo a que una señora nada motivada nos diera un plano y nos dijera: “ahí está lo importante”. Al menos descubrimos que existen rutas hechas por “el legado andalusí” y yo quiero hacer ya una :)

Yo no pago entrada en la Mezquita porque el Cabildo tiene a bien dejarnos pasar gratis a los nacidos o residentes allí. Que tiene pelotas después de que se hayan apropiado de un bien público por la cara, pero en fin, son 8€. Me sigue resultando fascinante cada vez que entro. Es un monumento que hay que ver para sentir. A mí me encanta el ambiente que se respira en la parte más antigua, lo que era la mezquita original. Y creo que en la misma proporción me repele la catedral católica que han incrustado en el centro. Pero es una visita bonita, y al final estuvimos como una hora paseando entre los arcos. Salimos de allí con un poco de frío, y eso que en la calle empezaba a sentirse el sol cordobés y la temperatura primaveral que nos hizo durante todo el fin de semana.

Se me olvidaba contar que antes de entrar a la Mezquita nos hicieron una encuesta de turismo para la Junta de Andalucía. Y, claro, cómo no íbamos a contestarla: luego eso se analiza de cara a los hábitos de movilidad, en mi época en Avanza la utilizamos para calcular la demanda del autobús turístico. Puntuamos bastante bien a la ciudad, a un chaval fascinado por nuestras ganas de colaborar, con excepción del apartado “tráfico”; la petición fue clara: “sacad los coches del centro”.

En fin, de camino al Alcázar de los Reyes Cristianos, a dar un paseo por los jardines, ver gatos, peces y a Cristóbal Colón haciendo crowfunding (versión siglo XV). Es un sitio muy bonito, al lado del molino de La Albolafia; de hecho, nos enteramos de que la rueda del molino tuvo que ser restaurada porque Isabel la Católica era una melindres y le molestaba el ruido que hacía, así que la desmontó.
El molino de La Albolafia desde el Alcázar; al fondo, el puente romano y la Torre de la Calahorra
 Fuimos a ver las caballerizas reales también, pero nos echaron porque en los sitios del sur de España las cosas se cierran 3 horas al mediodía para comer y echarse la siesta. He de decir que yo no soy nada fan de los caballos: huelen mal; así que tampoco me importó mucho.

Nosotros nos fuimos a imitar las costumbres locales: tomar cañas y comer. Nos fuimos ya para la parte nueva, y yo quería tomarme una caña en el bar Correo, por eso de ser como mítico, pero el señor me contestó muy destemplado que allí no ponían combinados cuando le pedí una clara. Así que directos a la Plaza de la Corredera donde nos sentamos al sol a comer, ¡en manga corta! Una delicia viniendo del frío que hacía en Madrid (y que añoro con el frío que está haciendo estos días). Más salmorejo, claro, no nos íbamos a quedar con ganas.

El postre, a una tetería que a mí no me convenció mucho, pero donde empezó LA DISCUSIÓN. Soterrar vías de tren, ¿sí o no? Si alguien no nos conoce puede pensar que es una discusión que da para 10 minutos alargándola mucho, pero se equivoca. Vamos, que la discusión sobre el efecto barrera de las vías, los pasos a nivel, las falsas soterraciones con pantallas y demás nos llevó a que visitáramos la zona de vías soterradas del paso del AVE por Córdoba, que ya tienen 22 años. Y yo sigo pensando que es una gran idea, con una ejecución muy buena en esta ciudad; no apta para cualquier tipo de servicio, vale, porque no es lo mismo un AVE que un regional con 3 servicios al día, pero en general deseable. Que Adri opine en los comentarios, si quiere ;)
No me digáis que no es una losa preciosa, así, como soterramiento.
 Al hotel a darnos una ducha (¡en bus de Aucorsa! Teníamos que montarnos para que Adri guardase el billete), que habíamos quedado con Enrique y Noemí que venían a pasar la tarde y a cenar con nosotros desde Pozoblanco, y que además vinieron a recogernos al hotel. Como nos tuvieron que esperar un rato en la cafetería  ya aprovechamos para merendar; recuerdo a Adri diciendo: “¿6,60€ todo? Así no vamos a pasarnos del presupuesto jamás”.

Dimos un paseo hasta la Plaza del Potro, que aún no la habíamos visto, y nos fuimos a tomar unas cañas por las Tendillas y a escuchar el reloj que da la hora con rasgueos de guitarra. Enrique y Noemí nos llevaron a cenar a un sitio que no puedo dejar de recomendar: La Salmorejería. Pedimos una degustación de salmorejos que estaba impresionante. Y sí, tercera comida, tercer salmorejo. Un no vivir lo nuestro. A tomarse una copa, claro; yo propongo el Sojo, que recordaba rollo chill out, pero que ha cambiado a ser el bar de moda. Sigue teniendo una terraza impresionante sobre el Guadalquivir, y nos tomamos una copa tan a gusto (menos Enrique, que tenía que conducir, conste). No terminamos el día demasiado tarde, que llevábamos todo el día de pateo y el domingo teníamos que volver a Madrid, pero yo me alegré mucho de haber podido echar un rato con Enrique y Noemí, que hacía más de un año que no nos veíamos. Esperamos esa visita a Toledo.


El domingo nos daba tiempo a poco, pero queríamos aprovechar para subir a Medinat Al Zahara. Resulta que ya no se puede subir hasta el yacimiento con el coche, hay que dejarlo abajo, en el museo, y subir en bus. Me parece que el museo es una gran iniciativa, no es demasiado grande pero repasa toda la (corta) historia del lugar. Tengo que decir que hay hasta un panel dedicado al transporte, así que todo bien. Los buses que van hasta arriba están mal gestionados, eso sí, aunque haya un refuerzo. Pero mal, el ticket se debería comprar antes de subir. Medinat Al Zahara es inmensa, y está bastante bien restaurada. Nos quedamos sin visitar el “Salón Rico” que es de las zonas más impresionantes, pero estaba siendo restaurado. Otra vez será.



Volviendo a Madrid habíamos decidido parar a comer en Montoro, por recomendación de los pozoalbenses. La verdad es que es un pueblo bonito, en un meandro del Guadalquivir, de esos que es imposible que se inunde porque está construido en un risco. “Aparca aquí”, me dice Adri. Pero si algo aprendí en el viaje a Tenerife es que no se aparca en cuestas arriba pronunciadas. Lo dejamos bien aparcado, pero cuesta abajo, y nos fuimos a comer ¡al sol! A la plaza del pueblo. Un paseíto, y de nuevo al coche, que nos quedaban más de 3 horas a Madrid. Y por poco no salimos del pueblo: calles de 2 metros como máximo, con ángulos de 90º, y grandes pendientes. Saqué el coche casi intacto de allí, raspando sólo la parte de abajo en un escalón, que es lo normal que te encuentras en cualquier calle. Hubo un momento de pánico: “Adri, te dejo el coche”, a lo que él contestó: “que yo conduzca no nos va a dejar más tranquilos a ninguno de los dos”. Y tenía razón, claro. Cuando conseguimos salir de las cuestas el GPS nos llevó por un camino de barro estupendo, ¡si hasta Adri se tuvo que bajar a despejarlo de un rama gigante! Una aventurilla, de esas que terminas sentada en el coche con la gota de sudor cayéndote por la sien, pero de la que nos reiremos mucho.

Y a Madrid, Autovía del Sur sentido norte. Nos paramos en Guarromán a comprar hojaldres, porque yo no paso por ahí sin pararme desde que tengo uso de razón. Y volvimos a pasar y a parar en Despeñaperros. Un atasco de los de apagar el motor en el kilómetro 92 nos hizo temer que íbamos a tardar horas en llegar, pero luego resultó ser… nada. Nada, en serio. Ni un accidente, ni una incorporación complicada, ni nada. Todavía le estamos dando vueltas a qué pudo haber pasado.

En Madrid nos recibió el frío… pero ya no queda nada para la próxima excursión al sur: en unas semanas nos iremos a Granada por invitación de Franky :D

Un fin de semana estupendo, la verdad. Córdoba es maravillosa de visitar siempre… y con tan buena compañía sólo puedo calificarlo de fantástico.


  • Hemos dormido en: Hotel Eurostars Ciudad de Córdoba
  • Hemos comido en: Casa Rubio (20€/p con vino), terraza en La Corredera (15€/p con cañas), La Salmorejería (12€/p con vino y postre), y Bar Hanoy, en Montoro (10€/p con refrescos).
  • Hemos salido por: Sojo Ribera (6€/copa)